A propósito del día de la independencia y de la libertad que conquistamos el 27 de febrero de 1844 frente a Haití, conviene reflexionar de las cadenas que impiden a seres humanos vivir libres en todo el sentido de la palabra.
Jean Jacobo Rousseau nos recuerda que los hombres nacemos libres, pero por todas partes estamos encadenados.
Las nuevas esclavitudes de hoy ya no son tanto físicas, son del alma. Rememorando a Nelson Mandela, recordamos que hay gente que vive presa del odio y los prejuicios. Además, hay otros males que encadenan como la pobreza, la violencia y las adicciones y alienaciones.
Esclavos del odio:
El odio ata y genera cadenas intergeneracionales de venganza que si no se cortan amargan y desperdician la vida y las oportunidades de crecimiento. Los esclavos del odio son fruto de familias disfuncionales que, en vez de proteger a sus miembros, los dañan y estos siguen dañando a otros hasta que no curan sus heridas con el perdón.
Esclavos de la pobreza:
Aunque nadie está condenado a la miseria, miles de personas en nuestro país están en la postración, desesperanza y frustración que genera la impotencia de no tener lo mínimo para la supervivencia humana y el ejercicio de una vida digna. La esclavitud de la pobreza solo se cura con protección social y creación de oportunidades y capacidades de progreso.
Esclavas de la violencia:
Cientos de mujeres se han convertido en esclavas de la violencia intrafamiliar por dependencia de una relación tóxica que las mantiene atadas a un hombre maltratador. Lamentablemente muchas salen de la esclavitud de la violencia cuando son asesinadas , porque no encontraron apoyo desde el Estado o la justicia. Detectar esta forma de esclavitud es urgente para poder salvar las vidas de las mujeres y su aporte al desarrollo.
Esclavos de las adicciones:
Además de la trágica adicción a las drogas y al alcohol que son casos extremos con alto costo social, hay una dependencia silente que está carcomiendo a las familias: la adicción tecnológica.
Muchos se están perdiendo en el mundo de los videojuegos, la prostitución virtual y el uso abusivo de las redes sociales.
Liberarnos de esta esclavitud implica una nueva apuesta por la vida real, por empatía, la reflexión, la conexión cara a cara y con la naturaleza, la cura de todo.