SANTO DOMINGO.-“La imagen de una madre en nuestra cultura está revestida de idealismo, lo que se expresa en esas creencias ampliamente compartidas, según las cuales nadie puede querernos tanto y tan incondicionalmente como nuestra mamá”.
Así lo expresa la psicóloga clínica y psicoterapeuta Irene García Rodríguez, agregando que además se dice que la madre es alguien que nunca haría algo que no fuera por nuestro bien y que estaría sin dudarlo, dispuesta a sacrificar su vida por nosotros; de modo tal, que el no quererla con un sentimiento igual de ferviente y generoso sólo podría entenderse como la condición de un monstruo sin entrañas.
“Pero lo anterior parece no haber sido siempre así. La historia de Occidente muestra que hasta el oscurantismo medieval las mujeres y los niños de cualquier familia compartían la carencia absoluta de representatividad social. Sólo tenían la que les proporcionaba el ser parte de la casa y de la fuerza de trabajo del hombre que encabezaba la unidad familiar”, recuenta la profesional del Centro Vida y Familia.
Detalla que a partir de esa etapa hubo algunos factores que desde distintas entidades de poder, promovieron uno que otro cambio en las realidades familiares de la época. Así fue que la Iglesia católica, en el siglo XVI, estableció que las mujeres “también” tenían alma y, por la misma época, impulsó la valoración idealizada del potencial materno a través de la difusión exacerbada de la imagen de María, madre de Jesús, y de la de la Sagrada Familia.
El rol materno
La especialista manifiesta que “poco después las políticas sociales que se orientaron a amoldar la vida de las poblaciones a los cambios requeridos por la Revolución Industrial, reforzaron la concepción del rol materno y todo el trabajo doméstico”.
Agrega: “Se cree que es algo que corresponde a la mujer como consecuencia de su capacidad reproductiva y otras características que tenían que ver con su naturaleza”.
Expresión evolutiva
Continuó diciendo que esos cambios, como expresión evolutiva, pueden verse como la asignación de un estatus de valor sociocultural a una condición de la mujer que anteriormente podía haber suscitado casi el mismo interés que el apego a la cría por parte de una hembra de cualquier otra especie animal.
Finalmente, la especialista asegura que “los dogmas se han sustituido en muchos casos por preguntas que tratan de que el tener un hijo sea un proyecto asumido con responsabilidad y sin desmedro de otros también importantes para la madre o la pareja. Todo esto está muy bien.
Porque mucho más importante que una expectativa idealizada son los brazos de una madre amorosa y tranquila que se ha preparado para compartir plenamente con su hijo lo que será el más trascendental de los sucesos de su vida”.
Posturas relajadas
— Prejuicios superado
La experta dijo que “Hoy en día, después de muchos mitos deconstruidos y prejuicios superados, la maternidad parece empezar a conseguir posturas más relajadas. Muy pocas personas se asombran si alguna mujer prefiere no ser madre.