En los diversos escenarios en la que he estado escuchando las situaciones de la gente, las lágrimas han estado presentes. Es a través de las mismas que la gente desea expresar sus preocupaciones y situaciones en torno a su conflicto.
Las lagrimas en mediación que percibo vienen más del sexo femenino que del masculino. El hombre por lo general señala sus sentimientos con otras manifestaciones y preocupaciones. Pero también los hombres lloran, algunos alejando que han perdido sus derechos sobre los bienes y personas menores de edad.
La mujer por su lado, es dada a lagrimar cuando entiende que está siendo desapoderada de algo que le pertenece. Por ejemplo de sus hijo/as, viviendas y el empleo.
La mujer con sus sentimientos a cuesta, lo hace para descargar su ira ante lo que le está ocurriendo. Fuera de su casa, de sus hijo/as y de los familiares de quien fue su pareja de unión o matrimonial.
En la mayoría de las ocasiones ella muestra desesperanza en la ruta crítica (Policía, fiscalía barrial, de familia y de género) que ha recorrido en su conflicto y aun teniendo evidencias de respuestas a sus situaciones con sus hijos y expareja, no se ha resuelto en la jurisdicción correspondiente.
Muchas veces las mismas tienen sentencias de los tribunales en relación a sus hijos (guarda, visitas, autorización de viajes, pensión, etc.) y otras instancias que deben ejecutarla, no cumplen con sus roles en ese sentido.
Además, ese es uno de los argumentos. Pueden existir otros en donde están mezclados los sentimientos, los cuales no han sido abordados por la persona terapeuta correspondiente.
Las lágrimas son signos de desesperanza, de dolor, rabia y sobre todo dejarlo así hasta que Dios tome el caso en sus manos.
Pero, también pueden ser un estimulo para seguir viviendo y compartiendo todo lo hermoso que tiene la vida y el contexto que le rodea.
La conflictividad en las personas degasta, anima y desanima a cualquier humano. Es así que autores estudiosos en la materia, señalan que el conflicto mal abordado o no, lo transforma a una realidad inesperada, que puede llega a la muerte.
Las lágrimas en mediación suelen estar presente en la admisión o no del caso, en un Centro de Mediación. Suele presentarse en las primeras expresiones de la persona al iniciar su planteamiento.
Esas lagrimas hay que dejarlas fluir como la conversación misma, poco a poco la persona va cerrando esa herida para ir al paso de la solución de su conflicto.
Es una oportunidad para la persona que la escucha, para situarla al contexto de lo que le está ocurriendo y ella misma sea la que visualice cuáles son sus perspectivas de solución.
Las lágrimas son desde mi punto de vista una salida negociada a la presión por la que está pasando la mujer y porque no el hombre. Las mismas le permiten desahogarse y abrirles camino a la esperanza.
Entiendo que las lágrimas en mediación son mejores que la ira, la rabia; de no ser así, la violencia viene con mayor rapidez.
Mediación y lágrimas son dos caminos a la paz interna de la persona. Ambas permiten el desahogo de los sentimientos y resentimientos. De modo que soy de opinión de lagrimar de vez en cuando no es malo, todo lo contrario es una salida a la presión por la que pasa toda persona ante un conflicto.
Al momento de finalizar esta columna he recibido a una dama, madre de tres menores de edad, con padre fallecido e hijos mayores de edad pretendiendo sacarla de la mejora; para venderla y repartir el resultado de la venta a cada integrante de la “familia”. Hay no razones para una mujer indefensa lagrimar, por supuesto que sí.
Esas lágrimas requieren solidaridad y acompañamiento de las instancias gubernamentales, no gubernamentales y de los medios de comunicación social.
Con lágrimas y mediación podemos lograr la paz y la solidaridad.