Uno de los grandes inconvenientes que históricamente se presentan en República Dominicana para la realización de un proyecto cualquiera es la falta de planificación, proyección y programación.
Desde que el mundo es mundo, los logros en cualquier misión tienen que cumplir esas etapas, aparte del mantenimiento, elemento esencial que en nuestro país, aunque se le reconoce la debida importancia, se le caso caso omiso, se podría decir, como ya es popular: “el caso del perro”.
Y es precisamente la falta de mantenimiento a las grandes y pequeñas obras lo que conlleva luego a gastos multimillonarios, mediante reparaciones más costosas que las del presupuesto original, o la construcción de otra en muy corto tiempo.
Esos dos últimos casos han sido la clave para que un reducido grupo haya amasado fortunas que jamás se imaginaron los constructores de obras, la mayoría de las veces sobrevaluadas con el conocimiento y la complicidad de quienes tienen que velar por defender los intereses “del noble y sufrido pueblo dominicano”.
La casi totalidad de las instalaciones deportivas están abandonadas a su suerte, y uno no sabe si es adrede o falta de una política de mantenimiento mínimamente adecuado.
No es justo que obras que deben estar en funcionamiento se encuentren en grave situación de descuido, sin que ni siquiera los encargados de los deportes que se practican en ellas hayan dicho “esta boca es mía”.
Ello lleva a pensar que, en definitiva, lo que ha existido y todavía persiste es una gran complicidad de todo el universo deportivo nacional.
Un vistazo a vuelo de pájaro en cualquier complejo o instalación de los tantos diseminados en el territorio nacional, da una idea de su estado físico. Lo más lamentable es la falta de integración de los dirigentes deportivos y de las autoridades municipales en una tarea que debe ser compromisaria de todos.
Si ese estado de cosas sigue como está, en poco tiempo ni el presupuesto nacional dará abasto para las necesidades de nuevas construcciones o reparaciones, en la mayoría de los casos por la inacción de esos “héroes” deportivos que viven vociferando que se “sacrifican” las 24 horas “para darlo todo por el deporte”.