En las elecciones presidenciales colombianas de este domingo, los dos candidatos favoritos pertenecen al «establecimiento» político nacional.
Ambos se han visto involucrados en escándalos en la recta final de la campaña, algo que ha generado desencanto entre parte del electorado.
Y sin embargo, no ha surgido una «tercería» o una opción alternativa a la que representan el presidente Juan Manuel Santos y su principal contendor, Oscar Iván Zuluaga.
Los colombianos eligen entre cinco candidatos a la presidencia, que a primera vista, reflejan variedad en el espectro ideológico.
Si la dinámica que se observó durante la campaña se mantiene hasta el final, la pugna central es la que hay entre la aspiración a la reelección del presidente Santos, y la candidatura de Zuluaga, protegido político del expresidente Álvaro Uribe Vélez.
Pero Santos y Zuluaga reflejan dos visiones de élite del país, dos versiones distintas del «establecimiento» colombiano.
Rural y urbano
De una parte, una élite capitalina reflejada por el presidente, respaldada especialmente por los principales medios de comunicación bogotanos y por segmentos de opinión eminentemente urbanos.
De la otra, una élite más regional y respaldada, entre otros grupos, por el poder de la propiedad rural, que apoya al uribismo representado por Zuluaga.
Santos, integrante de la familia que por décadas fue dueña de El Tiempo, el medio de comunicaciones más influyente del país, nunca ha rehuido al calificativo de ser parte del estrato más aristocrático del país.
Pero le añade una connotación distinta. El presidente ha dicho una y otra vez que espera que la historia lo juzgue como un «traidor a su clase», un Franklin Delano Roosevelt colombiano, quien usó su privilegio y su posición para impulsar una serie de medidas progresistas en beneficio de los más necesitados.
Zuluaga, por su parte, acapara los afectos de muchos propietarios rurales, los mismos que aseguran que han sufrido más de cerca la guerra contra las FARC y que muestran el mayor recelo ante las negociaciones que adelanta esa guerrilla con el gobierno de Santos en La Habana.
Al candidato uribista le gusta recordar a la gente que al comienzo de su carrera pública fue alcalde de un pequeño pueblo, Pensilvania, en la zona de producción cafetera del departamento de Caldas. Los medios regionales le ofrecen muchas de las simpatías que no le concede la «gran prensa» capitalina.
Por supuesto, ambos candidatos aseguran, con razón, que un espectro amplio de la población los sigue, y no simplemente los estratos privilegiados con los que más los identifican.
Más allá de su lugar natural
Se pueden encontrar muchos santistas fuera de los «country clubs» bogotanos y muchos simpatizantes de Zuluaga fuera de las casas de hacienda de la Colombia rural.
Santos, por ejemplo, ha recibido por cuenta de sus esfuerzos en adelantar el proceso de paz, importantes apoyos tácitos o explícitos de una parte de la izquierda, incluyendo sindicatos y otras organizaciones populares.
También de sectores de los Verdes, que agrupan a franjas significativas de universitarios y otros independientes.
Varios de sus voceros, incluyendo al excandidato presidencial por los Verdes en 2010, Antanas Mockus, han dicho que puestos a escoger entre Santos y Zuluaga, no dudaran en hacerlo por el primero, para mantener vivos los diálogos en La Habana.
Y los programas asistencialistas que Santos ha lanzado en sus cuatro años de gobierno sin duda buscan crear bases populares de apoyo para su causa.
Zuluaga, por su parte, aspira a recoger el caudal electoral que eligió por amplias mayorías a Uribe en 2002 y 2006, y que incluyó a vastos sectores de las clases medias y bajas en la ciudad y en el campo, que se sintieron atraídos por la mejoría en la seguridad y en la situación económica general percibidos en esos años.
Los opositores
En Colombia tradicionalmente no han tenido éxito en llegar a la presidencia los candidatos que se presentan más como voceros directos de grupos tradicionalmente excluidos.
Entre los cinco candidatos actuales a la presidencia, Clara López, del izquierdista Polo Democrático, representa al grupo más claramente opuesto al status quo.
Sin embargo -y pese a las ampliamente documentadas dificultades del presidente Santos para despertar emoción en el electorado, a las serias acusaciones de irregularidades que enfrenta la campaña de Zuluaga y a las notorias manifestaciones de inconformidad ciudadana que se vivieron en Colombia en los últimos tiempos, por ejemplo en el paro agrario de 2013- la candidatura de López no ha despegado como una «tercería» con opciones claras para llegar a la presidencia.
«En un país normal esa sería la lógica, pero recuerde que este es un país que ha vivido un enfrentamiento civil que se ha llevado a tales extremos que partidos como el nuestro, civilista y democrático, que opera bajo la constitución y la ley, ha sido permanentemente estigmatizada», le dice a BBC Mundo Clara López, recordando los problemas que ha tenido la izquierda democrática en este país, frecuentemente acusada a través de su historia de tener vínculos con la guerrilla.
Lo que los diferencia y lo que los une
La mayoría de observadores ha dicho a lo largo de la campaña que, a menos que se produzca una sorpresa grande, Santos y Zuluaga pasarán a la segunda vuelta a disputarse el 15 de junio.
Al escoger entre dos vertientes del «establecimiento», los colombianos también estarán probablemente escogiendo opciones distintas en muchas políticas.
La más notoria, claramente, es la de las negociaciones de paz de La Habana, donde Santos ha basado su propuesta reeleccionista en ofrecer continuidad a las mismas, mientras que Zuluaga advierte que la posición del estado frente a las FARC se endurecerá.
En el campo de la política social también habría diferencias entre Santos y Zuluaga.
Juan Carlos Guataquí, profesor de la facultad de Economía de la Universidad del Rosario en Colombia, señala a BBC Mundo que Santos se ha visto más dispuesto a aplicar medidas activas de intervención estatal en áreas como la legislación laboral y la política de empleo, mientras que Zuluaga y los uribistas se inclinarían a flexibilizar más aún el libre juego del mercado.
En cuanto a las relaciones internacionales del país, Santos, en aras del pragmatismo, ha mantenido buenas relaciones con el chavismo en su periodo de gobierno, mientras que Zuluaga no vacila en calificar al gobierno venezolano de «dictadura» y advertir que replanteará las relaciones de Colombia con sus vecinos.
Pero en otros puntos cruciales, los dos candidatos tienen posiciones parecidas.
Ambos mantendrían una alianza cercana con EE.UU. Uno y otro mantendrían los buenos vínculos que han tenido en toda su carrera con los sectores industriales del país. Y tanto Santos como Zuluaga están comprometidos con un modelo económico que privilegia la inversión extranjera, particularmente en la explotación de recursos naturales, así como el libre comercio.
Sería injusto decir que los colombianos no tienen opciones este domingo. Hay candidatos de izquierda, tecnócratas, centristas y derechistas. Incluso entre los dos aspirantes más cercanamente asociados con el poder tradicional, hay diferencias significativas.
Lo que queda por verse es si esa variedad de opciones romperá con la apatía electoral que muchos auguran en un país todavía afectado por profundas distancias entre la ciudadanía y su dirigencia política.
Sin embargo, los críticos de su movimiento alegarían que parte de sus dificultades electorales radican en las acusaciones de irregularidades que pesan sobre varios de los alcaldes de la izquierda que han ejercido el poder en Bogotá.
Otros movimientos independientes tampoco han tenido éxito en llegar a la presidencia, como sí ha ocurrido en otros países de la región.
Algunos piensan que las mismas instituciones y reglas políticas en Colombia lo hacen particularmente difícil.
Erika Moreno, profesora de ciencia política de la Universidad de Creighton, en Estados Unidos, indica a BBC Mundo: «Mientras podemos ver a nuevos actores políticos aparecer en otros países, las reglas electorales en Colombia siguen permitiendo la reelección y promoviendo las campañas personalistas», como la que ha llevado a cabo Zuluaga, basándose en el prestigio personal de Álvaro Uribe».