A veces, es forzoso cerrar los ojos. Vivimos una pesadilla, tan oscura y desoladora, que impide en lo absoluto el tránsito de la luz. Es de día, y, no obstante, es de noche. Solo la añoranza del retorno, alguna vez, de la claridad y la forma de las cosas, se transmuta en la única esperanza posible.
Escapar de la realidad se nos figura un anhelo imposible. ¿Cómo ignorar que un joven enloquecido asesine a su madre? ¿Que dos hermanos se enfrenten, machete en mano, y a los pocos minutos ambos sean cadáveres? Observo a un acucioso corresponsal cuestionando a un sujeto recién apresado. “¿Qué fue, exactamente, lo que ocurrió?” “Fuimos sorprendidos por la policía”, responde.
“Hicimos dos atracos. Nos perseguían. Nos dispararon”.
“¿Y qué hicieron ustedes?” “Les disparamos, también”. “¿Y tu compañero?” “No lo sé. Creo que lo mataron”. “¿Has estado detenido?”. “Sí, pero me liberaron”.
Observar los escarceos sobre la prolongación del “estado de emergencia”, los acuerdos secretos, las maniobras para mantenerse en el poder, provoca una sensación de náusea. Observo un video.
Un grupo de mujeres y hombres que se empujan, maltratan e insultan frente a una casa deteriorada de un barrio marginado.
Tarde de la noche. Alguien, lanza hacia la gente reunida algo dentro de una funda. Una y otra vez. Hombres y mujeres se vapulean en el intento por capturar los paquetes. Una mujer atrapa un par. Su rostro apenas si se vislumbra, parece sonreír, y grita y repite: “Conseguí dos pollos”.
Otra escena: la mujer está de pie frente al callejón de un barrio de pobreza, de casas al borde del colapso, aceras derruidas. Parece ocultar algo. A poca distancia, un joven sin camisa parece insultarla. La escena no se entiende. Acarrea un machete en su diestra. Se acerca a la mujer. Le lanza un golpe, pero el intento es vano. Entonces, como en una bruma, a ella se la ve con un cuchillo en la mano y le asesta dos estocadas en el vientre. El joven cae al piso. La sangre le tiñe el pecho desnudo. Un vecino se acerca y lo toca pero no se mueve. La sangre sigue corriendo y alcanza el asfalto y los huecos de la calle…
Cierro los ojos y observo en mis adentros al presidente de la Junta Electoral quien habla con un tono apocalíptico a los técnicos del organismo, y tras la elegante y costosa máscara protectora del virus advierte que “cuidado con sus actuaciones”.
Su índice enguantado y acusador se desplaza en el aire, amenazante. Me pregunto entonces si hay alguien detenido en relación al fraude escandaloso de las “primarias” del partido oficial, o los responsables de la suspensión de los comicios municipales.
Antes y después del toque de queda, caravanas de vehículo del candidato oficial se desplazan hacia los barrios marginados de las ciudades cargados de fundas. Para ellos las restricciones no existen. Solo se aplican a los opositores.
El Ejecutivo envía para su aprobación al congreso un “presupuesto complementario” por la suma de ¡150 mil millones de pesos! A su vez el Tribunal Superior Electoral declara “inadmisible” la demanda de ampliación del protocolo sanitario para los comicios del 5 de julio.
Los pacientes de medicamentos de alto costo se quejan del abandono que sufren. El 67 por ciento de los pensionados afirma que es “política” la decisión de no entregar un porcentaje de los fondos que le corresponden…
De todos depende que tal estado de cosas continúe. Esta es la otra cara de la moneda. Cuanto ocurre bajo esta administración es sencillamente inaceptable. Solo usted y yo podemos hacer que cambie.