La polémica surgida al calor de la propuesta de reforma de la Constitución tiene un tono fundamentalmente político, un plano en el que podemos hallar posiciones encontradas, a veces con mucho ruido, pero crispaciones controladas y a veces puestas a un lado con fotografías y abrazos públicos.
A la gente llana le resulta incomprensible para qué le sirve una reforma de la carta sustantiva, cómo le afecta o le beneficia.
Como consecuencia, me parece una pérdida de tiempo haber iniciado con un proyecto apenas comprensible para la comunidad jurídica y los altos mandos políticos, que deben escoger entre envolverse en la campaña electoral estimulada con el proceder desde el Gobierno, tal vez sin el propósito, pero de todos modos para su beneficio.
La política a la dominicana hace bastante tiempo que dejó de ser beligerante por la desmovilización de las organizaciones sociales, el aburguesamiento a todos los niveles y la prueba de todo el espectro partidario, que de manera directa o indirecta ha estado en el Gobierno desde 1996, cuando con el ascenso del Partido de la Liberación Dominicana a lo más alto del poder quedó abierta una etapa al liberalismo, vigente todavía.
Desde mi punto de vista la primera de todas las reformas debió de haber sido la fiscal, la única con potencial para detonar dificultades sociales, igual de incomprensible para la población, como el asunto constitucional y más técnica, pero muy sensible por el impacto en el bolsillo de la gente.
Hasta ahora nos ha sido dicho que el aumento de los ingresos es clave para el Gobierno si ha de hacerle frente con éxito a los déficit presupuestarios, a la deuda interna y externa, si ha de mantener un nivel apropiado de inversiones públicas y darle un nuevo impulso a la expansión económica.
Para una persona austera la deuda no es un incordio. Deja de endeudarse, paga y asume un estilo de vida acorde con su realidad.
Desde el Estado no es igual. Si deja de pagar pierde crédito, prestigio e inversiones. Si deja de gastar los estilos burgueses de estos tiempos se derrumban y empieza en el país un proceso de comernos los unos a los otros para el que no tenemos referentes. La constitucional es metralla sin proyectil. La fiscal tiene ambos y acaso por esa razón todos le temen, incluido el Gobierno.