Las cuentas de este rosario…
En una foto que le fue tomada exactamente en 2012 al joven fotógrafo Juan Alfredo Lora Díaz, advertí un extraño detalle que terminó por intrigarme y preocuparme.
Observé con detenimiento una sombra incierta como de dedos que sobresalen bajo la gráfica, en un fondo oscuro y de rayas sesgadas azules y blancas.
La imaginación vuela y uno piensa en el asomo absurdo de una garra y un presagio de la desaparición del joven, que sucedería poco después.
Hasta la fecha, nada se ha vuelto a saber de él.
En la gráfica, Lora Díaz luce triste y con actitud resignada.
La mirada ausente, los labios cerrados como si aguardara por una mala noticia. Viste una camiseta morada y una deslucida cadena de cuentas.
A este joven, fotógrafo de oficio, se le dejó de ver un 28 de julio, hace 7 años. Sus parientes, de acuerdo con Neulin González, del periódico “Hoy”, aun no pierden la esperanza, “pese a que han acudido infructuosamente a todas las autoridades competentes”.
Se presume el nombre del responsable, que reside en España. Y, es lo que parece, se trata de una persona que cuenta con el amparo del poder.
La desaparición de una persona crea un estado de angustia que, más que ceder, aumenta con el paso del tiempo. Aunque se presuma de una muerte probable, siempre persiste una vaga esperanza. La desesperación, el sufrimiento y la impotencia victimizan y hasta destruyen a sus seres queridos.
Creo que fue German Ornes Coiscou, fundador y director de “El Caribe”, el primero en utilizar como lema de su periódico el versículo bíblico que reza: “Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.
Ante casos irresueltos como el de Juan Alfredo Lora Díaz uno se repite esta sentencia del Libro Sagrado. Las continuas desapariciones, lo que subyace detrás de ellas son, apenas, uno de los muchos problemas que amargan y desconciertan a los dominicanos en estos tiempos difíciles y revueltos.
El país transita por una encrucijada que hace temer un desenlace indeseado a muchos niveles. No es una temeridad afirmar que la relativa paz social existente puede verse amenazada.
Caminamos sobre una afilada cuchilla. Un paso en falso y, con certeza, nadie imagina las consecuencias.
Es una apuesta de muchos riesgos.
Apreciemos el contexto: son realmente innegables las manifestaciones del avance económico que se registra en la República Dominicana. Los expertos se quejan, no obstante, del elevado costo de dichos avances y la gran insatisfacción que se evidencia en la mayoría de la población.
La deuda externa, citemos el caso, es una espada de Damocles sobre nuestras cabezas y la del país y su futuro. El empobrecimiento devastador, el riesgo de que la democracia se vea gravemente afectada, la extinción de la clase media, el encarecimiento de la vida, la extendida corrupción y la anarquía institucional son graves dificultades que vienen a sumarse a esta lista.
El disgusto aumenta ante la ambigua postura oficial frente a la “ideología de género” y a la masiva y desquiciante presencia haitiana.
Una evidencia inaceptable y escandalosa de cómo se manejan los negocios oficiales se produjo apenas el mes pasado. Diecinueve empleados de la Dirección Nacional de Mensuras Catastrales, incluyendo su directora Rosabel Castillo, fueron cancelados y puestos a disposición de la Justicia.
La relación de delitos de que se les acusa es, en verdad, estremecedora: “Soborno, aprobaciones de expedientes omitiendo observaciones técnicas de rigor, suministro de información confidencial a particulares, manipulación de resultados, asignación de casos a cambio de beneficios a familiares y relacionados, violación de protocolos y encubrimiento de acciones fraudulentas de colaboradores de la institución”.
(Teresa Casado, EL DÍA.)
El disgusto crece: “En La Ceiba estudiantes toman yola para ir a la escuela” (Juan R. Ramírez, “Hoy”), “El rincón de Alex pide arreglo de carretera y limpiar cañada”, (Rafael Santos), “Falta más personal en la ciberseguridad”, (Senabri Silvestre) “La sobrecarga de trabajo lleva las enfermeras al paro” (Johanna Matos)…
Etiquetas
Artículos Relacionados