Las cifras económicas se han constituido en una fuente esencial para la difusión de información y el análisis económico para el debate público. No obstante, esas cifras económicas arrastran la desventaja de que la mayoría de los datos estadísticos son elaborados por los gobiernos, prestándose de esta manera a cualquier maniobra diferente a la realidad imperante.
La medición de la actividad económica es el resumen de la situación de la economía de un país, por tanto, las cifras que surgen sirven de soporte para estudiar y analizar el curso de la economía, al tiempo que son consideradas por los responsables de diseñar y ejecutar la política económica para alertar acerca de las tendencias y adoptar las medidas pertinentes para alcanzar los objetivos deseados. Bajo el enfoque establecido, desde una perspectiva macroeconómica, la fijación del análisis económico se concentra en tres indicadores económico de alta relevancia como son el Producto Interno Bruto y su expansión, el índice de precio al consumidor para medir el nivel de precios y la tasa de desempleo o empleo.
En criterio de los economistas, el Producto Interno Bruto o PIB se considera que este es el mejor indicador del desempeño de la economía y que, generalmente, tiende a medirse en periodo trimestral, semestral y hasta mensual, a partir del IMAE o indicador mensual de la actividad económica. Pero resulta que el PIB mide el valor monetario de todos los componentes de la economía, es decir, el gasto total en su producción de bienes y servicios que cuando se mide a precio corriente se denomina PIB nominal y se convierte en PIB real cuando su medición se hace a precios constantes.
Establecido lo anterior, se puede precisar que el PIB expresa la sumatoria de 4 categorías del gasto, tales como el consumo, inversión, compra del Estado y las exportaciones netas y que para saber como ha sido su variación hay que medirlo a través de su tasa de crecimiento. Efectivamente, el crecimiento económico o del PIB es el indicador más importante que va a reflejar como ha variado el bienestar de la población y la generación de la riqueza de un país para un periodo comparativo determinado.
A la luz de la razón, resulta que cuando la economía crece, los niveles de vida tienden a ser más favorable, sin embargo, los mismos se alcanzan con cierta gradualidad, y eso explica por qué pocas gentes lo perciben en lo inmediato ya que no se trata de una relación directamente proporcional al crecimiento del PIB. Si la economía de un país crece a un ritmo lento, o no crece, la ciudadanía, entonces, no habría conseguido los bienes y servicios al momento de demandarlos.
Como se sabe, la medición del crecimiento del PIB es coyuntural, pero se ha generalizado de que ese crecimiento ha de traducirse en lo inmediato en una reducción de la pobreza y abundancia para todos, el cual no se corresponde con la realidad ya que esta tiene características coyunturales cuya mitigación ha de responder con medidas de política económica de mediano y largo plazo para lograr los resultados deseados. Pero es que la política económica coyuntural pretende como objetivo, el logro de un crecimiento estable y sostenido de la economía con efectos de corto plazo.
Es bueno señalar que con la medición del PIB se procura obtener con precisión que tanto crece la economía de un periodo a otro y el impacto que ese crecimiento tiene en el mercado laboral. Por igual, se hace comparación de que tanto se logra crecer en relación con países de igual nivel estructural ya que hay que tener mucha cautela con estas ya que al comparar dos o más países, el que tiene el mayor nivel de PIB no necesariamente significa que se está mejor que el que tiene un PIB inferior, tampoco se debe comparar la tasa de inflación y desempleo con economías que exhiben realidades distintas, máxime cuando no existe una moneda en común que permita hacer comparaciones objetivas.
Hacer un ejercicio comparativo de indicadores macroeconómicos implica tener que examinar similitudes y diferencias. Para llevar a cabo una comparación de indicadores macroeconómicos entre diferentes economías, obliga a convertir las cifras en una moneda común y con un nivel de precio único, pues de no ser con ese rigor, se cae en la debilidad de hacer comparaciones que son irrelevantes, engañosas y simplistas que conducen a tomar decisiones herradas.