Las 3 claves para tratar el Trastorno del Desarrollo del Lenguaje

En el marco de las VI Jornadas Neurocientíficas y Educativas organizadas por la Fundación Querer, Colomé, una de las principales expertas sobre Trastorno de Desarrollo de Lenguaje en España, impartió una conferencia sobre cómo abordarlo desde las esferas familiar, sanitaria y educativa en la infancia. “Hemos de trabajar todos”, enfatizó, alrededor del menor.
“Hemos de intentar que ese niño aprenda a pesar del TDL. Mi experiencia me dice que un niño con TDL es un niño que a nivel escolar tiene muchas dificultades, muchas más que si tuviera una dislexia, mucho más que si tuviera un TDAH (Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad). Sufren muchísimo y en el ámbito escolar son los que menos ayudas reciben”, profundizó la doctora en Psicología por la Universidad Autónoma de Barcelona.
El TDL, un trastorno infradiagnosticado
Sostiene Colomé: “Con el lenguaje nos entendemos, podemos expresar nuestros sentimientos, podemos entender el mundo”.
Su aprendizaje comienza desde el nacimiento y se va desarrollando en función de las estructuras cerebrales del menor y de “factores ambientales”, en lo que influye que los padres les abracen, les vistan, les regañen, les escuchen…
Un TDL interfiere en el proceso porque provoca un desarrollo lento del lenguaje, o, en palabras de Colomé: “Estamos hablando de un niño que tiene un desarrollo del lenguaje atípico porque le cuesta mucho, hace que no pueda llegar al objetivo que está marcado socialmente y necesita más ayuda”.
Según cifras de la doctora, el TDL está infradiagnosticado a pesar de que entre un 15 % y un 20 % de los niños y adolescentes tienen un trastorno de neurodesarrollo. “Esto quiere decir que de 8.000.000 de menores, entre 1.200.000 y 1.600.000 lo padecen”. La relación con el abandono escolar es evidente, tal y como asegura Colomé.
Pero no sólo. Los niños y niñas con trastornos de neurodesarrollo se sienten culpables de su fracaso escolar. Se sienten culpables, apunta Colomé, porque “no se les entiende”.
La importancia de una detección precoz
Un niño/a con un desarrollo típico del lenguaje puede a los 6 años hablar y estructurar frases automáticamente, sin tener errores fonológicos.
Dado que las bases del lenguaje se establecen entre los 0 y 6 años, la neuropsicóloga recalca la importancia de identificar señales de alerta durante este periodo para, si son detectadas, acudir cuanto antes al especialista.
Estas señales son:
- Dificultades para entender consignas largas.
- Dificultades para explicarse
- Dificultades para memorizar poesías y secuencias
- Lectura y escritura afectadas
- Dificultad con conceptos abstractos (Por ejemplo, las matemáticas).
- Más tiempo para procesar y responder
La detección temprana es esencial. “Cuanto más precoces sean las identificaciones, mejor será el pronóstico”, manifiesta Colomé, para quien “el diagnóstico visualiza las necesidades de cada menor” y propicia, en consecuencia, que “los profesores, la familia y el entorno sean conscientes de lo que hay que hacer para poder ayudarlo”.
Advierte, sin embargo, de que “cada diagnóstico es diferente” en función de los entornos familiares, lo que exige características diferentes de abordaje, y por tanto, intervenciones distintas.
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Cooperación sanitaria-educativa y adaptaciones en el colegio
Colomé es una de las artífices de que en el Hospital San Joan de Deu se trabaje en la generación de “conciencia sobre las diferentes condiciones del neurodesarrollo”.
Según lamentó, por regla general no se sabe de qué se trata. “Los padres se asustan cuando les dices ‘trastorno del neurodesarrollo’; entran en pánico. Y los profesores, también”.
Por ello, según sus palabras, “es muy importante que haya un puente entre la educación y la sanidad”. “Los niños se han de sentir seguros en la escuela; es fundamental para el aprendizaje”, aseguró Colomé.
El abordaje del TDL en niños y niñas requiere, por tanto, la conexión entre áreas sanitaria y educativa, y a partir de ahí, un trabajo completo de adaptaciones por parte de los actores concernidos, a destacar los profesores.
Primero porque les permitirá “entender lo que les pasa” a esos niños y, después, porque les resultará más sencillo acometer cambios necesarios en los contenidos que imparten, en cómo los imparten y en la evaluación. Estas adaptaciones, además, afectan a todas las asignaturas, no solamente a la lengua, también a las matemáticas, la historia o las ciencias sociales.
Para Colomé, dichas adaptaciones deberán modularse, de modo que si al principio se pone el acento en el lenguaje, luego habrá de ponerse en “otras cosas” con el fin de abarcar tanto el aprendizaje como el desarrollo personal o las relaciones sociales.
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EFE
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