La violencia silente contra los hombres

La violencia silente contra los hombres

La violencia silente contra los hombres

Altagracia Suriel

La violencia en las familias es un lastre que está carcomiendo a la sociedad y no se ejerce exclusivamente contra las mujeres a través de abusos físicos o feminicidios, que son su forma más extrema.

El vídeo circulando en las redes sobre Manuel Casals siendo abofeteado una y otra vez por su mujer mientras conducía, poniendo en riesgo la vida de ambos, revela una realidad que muchos se niegan a aceptar: también los hombres son víctimas de violencia y la sufren callados.

Los hombres no denuncian las agresiones por machismo, vergüenza, negación del problema, temor a que no les crean o parecer débiles.

También por la burla social que acarrea el ser estigmatizado como un “hombre sufrido”.
Los comentarios en las redes sociales al caso Casals reflejan la realidad de muchos hombres que padecen lo mismo, pero lo viven en silencio o abandonan la relación tóxica por no caer en violencia contra la pareja maltratadora.
En nuestro país no se ha visibilizado la situación y debería hacerse.

Un buen tema de investigación sería evidenciar casos que no son exclusivos de violencia contra la mujer, sino que son violencia mutua que termina en tragedia.

En los estudios sobre violencia contra hombre, se destacan formas de violencia que no incluyen solo los golpes. Abordando el tema, Juan Carlos Araujo-Cuauro destaca que “otra forma de violencia contra los hombres son las falsas denuncias que muchas veces interponen las mujeres con el fin de hacer castigar a su pareja a través de tribunales de justicia”.

Esta situación se reproduce sobre todo por la impunidad que tienen las mujeres ante denuncias falsas que incluyen no solo abusos contra ellas sino contra los hijos.

Hay que educar a la población en la denuncia de todo tipo de violencia, no solo de la que afecta a las mujeres. Hay que formar también a los operadores del sistema jurídico para el abordaje de la violencia contra los hombres sin infravalorar la situación. También mejorar los registros y visibilizar el problema.

Si queremos paz social, las familias no pueden ser un campo de batalla. La paz empieza por el respeto mutuo y la construcción de una vida libre de violencia.