He estado reflexionando sobre la vida. ¿Qué es la vida? Es el espacio que abarca desde que naces hasta que mueres; es como un viaje, sales al nacer y regresas al morir; con sus altas y bajas, con sus tristezas y alegrías, llegar a la vida y disfrutarla en libertad es tener el privilegio de conocer áreas, eventos, situaciones interesantes y los más variados recursos para deleitarte acorde a tu íntimo sentir.
Hacemos el viaje, llegamos a la vida, pero no sabemos cuándo termina. Para disfrutar esta excursión, en cada parada, niñez, juventud, adultez, el ser humano debe aprender a desarrollar sus potencialidades, establecerse metas, prioridades y de la inmensa variedad de recursos disponibles, tomar lo más adecuado para alcanzar los fines.
En principio, los padres, quienes traen los hijos a la vida, los guían, los llevan de las manos; cuando son adultos, deben dejarlos “volar solos”; la tranquilidad de que seguirán por buen camino dependerá de la plataforma de valores morales establecida; de ahí, que deben enseñarles a buscar el camino que los conduzca a ser felices, sin hacerle daño al prójimo, más bien ayudando para que la sociedad sea más justa, armónica, humana.
Los cristianos recuerdan sin cesar que Dios envió a su hijo Jesús para salvar la humanidad, para con sus principios, actitudes y acciones, guiarla por la ruta del bien, de la tranquilidad.
Hacer el viaje a la vida, ¡vivirla ¡!, es ejecutar actividades, tareas que proyecten lo mejor del YO interior y de la comunidad, para recrearse en paz.
No importa la edad del individuo ni el lugar donde esté, lo importante es conocer y aprovechar el entorno, para aprender, compartir, para realizaciones personales y sociales que alegren el diario vivir; recordando, que más que lo material, lo importante es la paz espiritual; que no debemos llegar ni proporcionar el viaje a la vida para ser un esclavo ni un vegetal que ocupe un espacio, que otros deban cargar; debemos ser dinámicos, activos, libres, aportando lo mejor desde el escenario donde nos encontremos.
Vida, huellas, muerte, es un esquema que no cambia; debemos imitar a Jesús, debemos dejar pisadas, pinceladas, que conduzcan a la humanidad hacia la unión, a la paz. Tanto en la zona rural como en la zona urbana, en naciones pobres, como en grandes potencias, con poco o muchos recursos, el vivir es fácil; sólo debemos actuar con humildad, proyectando valores positivos que unan, permitan el goce y engrandezcan la comunidad.
No olvidemos que traer hijos, viajar con ellos por la vida y enseñarles lo vivido es como formar un equipo sólido para contribuir en la formación humana del mundo; se logra, dependiendo de las lecciones dadas; ellas determinarán si serán libres, humildes, generosos, aportando lo mejor de sí en cualquier escenario donde se encuentren o si serán esclavos, inhumanos, dependientes de lo material.
Indiscutiblemente, debemos darles a nuestros hijos el mejor instrumento para disfrutar sin temores: valores positivos, formando personas solidarias, capaces de amar, perdonar, gozar, compartir lo que tienen y ayudar a los demás; así encontraran que el viaje a la vida es lindo; que la paz es el mejor legado, siembra o huella que podemos dejar para la humanidad.