“Todo aquel que piense que la vida siempre es cruel tiene que saber que no es así que tan solo hay momentos malos y todo pasa”.
El niño Ángel, que murió quemado, era su nieto-hijo, fruto de la violación y posterior muerte de su hija que padecía autismo.
Elvis Miguel Santos es hombre de carnaval. Su nieto Ángel lo heredó de él, a pesar de que, igual que su madre, nació con rasgos del espectro autista. Desde pequeñito aguardaba la fecha para disfrazarse y ayudaba a confeccionar su traje de Macarao.
En su sana inocencia, nunca podían imaginar que moriría a los 13 luego de las quemaduras sufridas producto de los fuegos artificiales lanzados por su padre-abuelo. “Nunca haría algo así de manera intencional, sólo quería animar a los muchachos”, dijo, con el rostro desencajado al momento en que su abogado lo presentaba a las autoridades.
El carnaval terminó temprano y sin desfile final para Ángel, que padecía una cardiopatía mortal y vivía días prestados. Buscando salvarlo, unos meses atrás, su corazón intervenido y el médico le dijo a su padre “dele todos los gustos, que ese niño no estará mucho tiempo con nosotros”. Y así lo hizo.
Tampoco para Elvis la vida será jamás un carnaval. Siempre queriendo complacerlo en lo que más le gustaba, perdió a su “ángel” y ahora espera condena por los muertos y todos los afectados en el incendio ocurrido en la cueva de los Toros de Salcedo.
Su tragedia no comenzó con el incendio ocurrido el pasado 10 de marzo. Viene de lejos, desde aquel otro fatídico día, cuando su hija, que padecía el síndrome del espectro autista, fue violada, embarazada y murió, posteriormente, al nacimiento de Ángel.
Desde esa fecha, sin importar las causas, se juró cuidar a la criatura. La que no pudo salvar de las llamas que se esparcieron sobre su disfraz.
Cuando escribía esto que usted lee, Elvis, a quien no conozco, sufrió un infarto mientras espera ser enjuiciado. Ha repetido a todos que se quitará la vida en la primera oportunidad.
A todas luces, este hombre, que asume su culpa con estoicismo, que sufre, que también se quema hasta el tuétano por la tragedia que provocó, al igual que los afectados y sus familias, necesita acompañamiento de especialistas en salud mental.
En Salcedo, casi todos lo exculpan. Elvis Miguel Santos no es un santo, pero su vida plagada de tragedias no debe quedar ahí.
Las autoridades están en el deber de profundizar la investigación y determinar la procedencia de los fuegos artificiales, regulados por la Ley 340-09 para el Control y la Regulación de los Productos Pirotécnicos,
¿Quién le vendió los fuegos artificiales a Elvis? Todos queremos saberlo. Se lo debemos a Ángel, a los demás muertos y mutilados, a sus familias, al pueblo de Salcedo y a toda la sociedad dominicana que todavía aguarda en la retina y la memoria, los cuerpos disfrazados en llamas como antorchas humanas.