“La vida continúa; aquí no se rinde nadie”

“La vida continúa; aquí no se rinde nadie”

“La vida continúa;  aquí no se rinde nadie”

Santo Domingo.-La esperanza, una fe inamovible, el amor de madre, el coraje y su actitud positiva fueron las herramientas utilizadas por esta mujer que enfrentó quemaduras en más del 90 % de su cuerpo, que se quedó viuda, con dos hijos, siete cirugías reconstructivas y una situación económica critica.

Pero cada una de esas adversidades no lograron ver a Josefina Adames rendirse, por el contrario, sirvieron de motivación para ayudarla a salir adelante y tomar esas experiencias como enseñanzas, como el trampolín que serviría para llevarla a la posición en que está, y convertirse en mensajera de esperanza. Hoy es una conferencista sobre resiliencia.

“Cada cicatriz que está en mi cuerpo fue una batalla que yo le gané a cada herida. Cada cicatriz es una medalla en honor al triunfo de que lo logré.

Tengo cientos de medallas colgadas en mi cuello. Yo me las gané”, son las palabras de Josefina Adames, mujer valiente que sobrevivió para contarlo.

El jueves 14 de diciembre de 2006 fue cuando todo cambió para esta mujer. Esa mañana, junto a su esposo, se levantó para llevar los niños a la escuela y continuar con su rutina diaria, sin imaginar que horas más tardes su vida y la de sus hijos cambiaría para siempre.

“Nos paramos a comprar una comida en un restaurante y justo en el momento que íbamos a entrar en el carro para marcharnos el cilindro de gas de ese lugar explotó”.

Josefina hace un silencio de dos segundos, mientras con su cabeza hace un movimiento lento y clava la mirada en la lejanía. Con el rostro acongojado se acomoda en el asiento y continua narrando aquella mañana de tragedia.

“Las llamas nos alcanzaron. Yo gritaba, ayúdenme, ayúdenme que mi esposo se me quemó. En ese momento pasó un taxi y como Dios me ayudó rápidamente subí a mi esposo y a otra persona de los 15 que estaban quemados en aquél lugar”, recuerda con nostalgia.

Tras llegar al hospital más cercano el dolor, la confusión y la desesperación se apoderaron de ella, recuerda que sus manos empezaron a “derretirse” y la piel caía al suelo como si fueran gotas de agua.

Un adiós para siempre

Josefina revive con amor los recuerdos del cuidado que le brindaba su esposo a ella y sus hijos, amor que duró hasta el último día de su vida.

“Mi esposo sólo decía: atiéndame la doña, atiéndame la doña, pero yo le veía también quemaduras a él. Sólo estaba atento a mí. Recuerdo que cuando se lo llevaban para una habitación me miró y dijo mirándome firmemente a los ojos, mama nos vemos más tarde”.

Josefina hace un silencio: “Pero no lo volví a ver más, sólo habían pasado quince días después y mi esposo murió. Después de ese día no lo vi jamás”, dice con voz entrecortada.

A los 35 días después de la tragedia a la habitación de la clínica se presentaron sus dos hijos, con dudas y miedo Josefina se enfrentó a la cruda realidad.

“Cuando yo vi esos ojitos de mis hijos mirándome en aquella habitación, me dije que podía, que tenía y debía pararme por mis hijos. Ese día yo lo declaré así en el nombre de Dios”, recuerda entusiasmada.

El regreso a casa

Cuando le dieron de alta, después de permanecer 39 días en una clínica. Regresó a su casa hecha un vegetal, inmóvil, y con todo su cuerpo quemado.

“Al llegar a casa el cariño de la gente fue el colchón para mi recuperación”, exclamó.

Para sorpresa de muchos, Adames a los pocos días tuvo una mejoría y se fue recuperando con rapidez constante y dando pasos firmes logró caminar sola y salir adelante.

Un caminar doloroso, pero inspirador

Josefina Adames no ve como desgracia todo lo que pasó, sino como un caminar doloroso, pero inspirador.
Ahora pertenece a la comunidad Bethania y a través de esta lleva el testimonio de su vida a plazas, barrios, pueblos, iglesias y hasta librerías bajo el título “La vida continúa”.

Con un semblante que refleja alegría y paz, Adames reparte fe y esperanza a cientos de personas hablándoles de su testimonio de vida.

De aquel amargo día quedan cicatrices, pero también una viva demostración de que cuando tú quieres, puedes.

“Si lo puedes soñar, lo puedes lograr”, dijo Adames, al mismo tiempo que se puso de pies para mostrar un cuadro que cuelga en la puerta de su casa que dice, “aquí no se rinde nadie”.