Una confusa historia acerca de un jovenzuelo que, hurgando en la basura de un vertedero, se encontró de buenas a primeras con un maletín lleno de dinero, sacudió mi espíritu al levantarme ayer por la mañana.

La narración del hecho, servida por uno de los periódicos locales, pasó rápidamente a la radio, la televisión y las llamadas redes sociales, y mientras más se comentaba, más confusión generaba.

Al momento de escribir estas líneas, ya se hablaba de que en el mentado maletín había casi dos millones de pesos, que prontamente fueron mermados cuando cayeron en manos de la Policía después de que en el “cuerpo del orden” se le propinara una golpiza al muchacho del hallazgo.

El asunto es harto confuso, como dije al principio. Las primeras dudas surgen de preguntas lógicas: ¿De dónde sale tanto dinero en efectivo? ¿Cómo fue a parar el maletín a un vertedero de basura?

¿Cómo se explica que el joven que lo encontró, sumido en una espantosa pobreza, fuera mansamente a entregarlo a la Policía, según afirma la crónica? Algo huele mal en el vertedero, como diría Hamlet, el de Shakespeare.

Pero, para mí, la verdadera tragedia no está en el maletín ni en la golpiza.

El verdadero drama es que todavía hoy, en pleno siglo 21, muchos jóvenes tengan que buscarse la comida “buceando” en ese océano de inmundicias que son los basureros municipales, mientras se dispendian tantos recursos públicos en gastos mal empleados.

Por ejemplo, EL DIA publicó ayer un reportaje que pone al descubierto cómo en este país se dilapidan ocho mil millones de pesos cada año en alimentar instituciones inoperantes que solo sirven para mantener botellas, privilegios y canonjías políticas.

Esa es la verdadera tragedia de nuestro país.