La rendición de cuentas lo habilita el espíritu del artículo 114 del texto constitucional dominicano, cuya responsabilidad recae sobre el presidente de la República ante el congreso nacional. A pesar de que se trata de dar una explicación de la gestión presupuestaria, financiera y las proyecciones macroeconómicas del año transcurrido, pero por su propia naturaleza se convierte en un discurso político.
La dimensión de un discurso de rendición de cuentas se torna de gran atención de la opinión pública porque el mismo proviene de la figura central de la sociedad, el presidente de la Republica, quien dirige el gobierno. Por tal razón, se hace difícil comprender el mensaje que se envía ya que se trata de la tribuna de mayor publicidad en el país, por lo que sus mensajes no están siempre dirigidos a toda la población.
Por si sola, la condición de presidente hace que sus discursos generen interés para los gobernados; para la oposición política, las demás naciones, así para quienes analizan el discurso de los mandatarios. Se trata de que en el discurso presidencial se acentúan las circunstancias propias del discurso político ya que pretende persuadir, captar audiencias, enviar optimismo y producir esperanzas, he ahí donde descansan las expectativas.
Un aspecto ponderable, propio de los discursos presidenciales, es el uso de frases y figuras que logren atraer la atención de los oyentes o televidentes, cuyo objetivo fundamental es que las mismas puedan ser repetibles y fáciles de recordar de tal suerte que esa insistencia sea un perenne recordatorio e incida en la esfera privada a través de su uso en la vida habitual.
Bajo el enfoque planteado es que surge la inquietud de que tantas verdades pueden emanar de un discurso presidencial y si la verdad es relativa o absoluta, si los enunciados están en correspondencia con la realidad. Pero es que la verdad ha de ser una coincidencia perfecta entre lo afirmado y los hechos, esto es, una correlación entre el juicio emitido y la situación objetiva.
El problema de afirmar algo como verdad es que genera la inquietud de saber cuáles son los criterios en que se puede afirmarlo. En virtud de que la verdad es lo opuesto a la falsedad, entonces, el grado de correspondencia entre lo enunciado y la realidad objetiva, así lo enseña la lógica formal.
La narrativa del discurso presidencial en la rendición de cuentas del pasado 27 de febrero 2022, resulta algo contradictorio con la realidad predominante ya que lo planteado describe la construcción de un país inexistente. En efecto, afirmar como verdad de que “somos un ejemplo para el mundo porque somos la economía que mayor crecimiento de América latina y de superación de la crisis sanitaria”, pues no se conoce ningún país del universo que haya citado a Republica dominicana como ejemplo de nada, la superación de la crisis sanitaria no ha sido certificada por la OMS/OPS, pero la CEPAL lo que ha afirmado es que los países de la región crecieron por el rebote estadístico.
Afirmar como verdad que el PIB creció un 12,3% en el 2021, cuando la realidad orgánica fue de 4,7%, asimétrico con la realidad de la economía dominicana. Igual ocurre con el coeficiente de déficit fiscal, lo cual se debe a los prestamos tomado y no gastado, el coeficiente de deuda PIB disminuye fruto de que este fue de rebote.
Dar como un hecho que el empleo ha retornado a la normalidad, choca con las más 750 mil personas desocupadas. El incremento de emisión de bonos soberanos no es un trofeo para exhibir, sino una preocupación por el incremento del endeudamiento, mientras que el incremento de las tarjetas sociales es una admisión de que la situación se ha agravado para los que menos tienen.
Atribuir el incremento de la inflación exclusivamente al incremento de los precios del petróleo y otros factores externos, es ocultar la incidencia de los factores internos. Sin embargo, la verdad sale sola cuando el propio presidente Abinader afirma que inflación por factores externo tuvo una incidencia con un 43,1%, pero no explica el 56,9% de factores internos.
Lo relevante es que la economía no miente y la gran víctima de la rendición de cuentas ha sido la quiebra de la verdad. Maxime si se considera el enunciado de que las calificadoras de riesgos, Standard & Poor’s y Fitch Ratings, dieron mejoría sin decir cuál fue la calificación obtenida.