Esto se ha embrollado un poco. Me refiero a los medicamentos de alto costo que entrega el Estado a pacientes con enfermedades crónicas no transmisibles: cáncer, diabetes, insuficiente renal, problemas cardiovasculares, artritis y otras. Vamos a ver.
El despacho es tardío porque una ley atasca la fluidez para dotar de transparencia las licitaciones realizadas por Promese-Cal, institución que los compra. Tras esperar tiempo, van al Ministerio de Salud a preparar la entrega, a través farmacias identificadas en centros específicos. Luego viene la entrega a los pacientes.
Ahora, el Ministerio de Salud saca una baraja sorpresiva: prepara un acuerdo confuso para que las ARS participen de la dispensación, lo que ha provocado el grito de los médicos porque su poder de prescripción se tambalea.
Es un jueguito de nunca acaba y los pacientes en el medio. Los médicos prescriben, el paciente espera la entrega y las ARS (si se meten más de lleno en el juego) podrían entregar algún fármaco diferente al indicado por el médico.
Las casas comerciales que proveen esos productos están expectantes, a fin de cuentas, su negocio es vender el Estado, aunque en casos muy especializados, lo comercializan de forma directa a través de los centros de servicios oncológicos.
Es un juego infernal para los pacientes que sólo quieren sobrevivir o curarse con su condición. Y, pienso, nadie tiene la culpa, sino el sistema.
Hay que afinar bien la maquinaria para que el sistema mantenga el equilibrio y que todos ganen: el gobierno que compra y entrega, los pacientes que los necesitan, las ARS que están en el medio y las farmacéuticas que los producen y comercializan.
Es solo ponerse de acuerdo con el fin común.