Desde que en 2013, el filósofo italiano, Nuccio Ordine, publicó el manifiesto “La utilidad de lo inútil”, en apenas dos años lleva siete ediciones, al menos en la prestigiosa editorial española Acantilado.
Bajo el oxímoron que encierra este título provocador, Ordine alude a los saberes humanísticos que carecen de beneficios prácticos para la sociedad. Pone énfasis en esta paradoja, y coloca como centro de sus reflexiones la antigua idea de la utilidad de aquellos conocimientos que no poseen una finalidad utilitaria.
Critica a la sociedad actual que desecha lo inútil, desinteresado y gratuito, a cambio de aferrarse a la búsqueda de lo beneficioso y útil.
Dice que nos convertiremos en una sociedad enferma y carente de memoria, que terminará perdiendo el sentido de la vida y de sí misma. Ordine ve un proceso galopante de desertificación del espíritu humano, pero que –tarde o temprano- hará más humana a la humanidad.
Este escalofriante manifiesto intenta alertar a la dignitas hominis acerca del destino de las ciencias humanas, la educación y las artes; es, a la vez, una guía que pretende también insuflar un poco de aire de optimismo ante la crisis y la devaluación de los saberes clásicos, hoy avasallados y calificados de inútiles.
Desde los albores del pensamiento, al hombre siempre le ha inquietado la idea de la utilidad o inutilidad de los saberes, como una manera de darle sentido a sus quehaceres cotidianos.
Durante el apogeo de la clasicidad latina, Horacio sentenció en su “Poética” que la literatura tiene dos funciones: “dulce et utile”, es decir, productora de placer y conocimiento –esto es: tiene una función estética y a la vez es útil y social.
Cuando leemos nos deleitamos estéticamente y aprendemos. Para Ordine “útil es todo aquello que nos ayuda a hacernos mejores”.
Las disciplinas humanísticas buscan fines en sí mismos, pues son de naturaleza desinteresada, y expresiones del espíritu.
Desde que Platón propuso la expulsión de los poetas de “la República” lo hizo bajo el alegato de que la poesía es inútil y los poetas unos soñadores, juicio refutado por el poeta romántico Holderlin, al decir que “lo que permanece lo fundan los poetas”.
En una sociedad en la que prevalece el “homo oeconomicus”, el espacio para el “homo sapiens”, las letras y las artes, suenan aves “raris”.
Tal como apuntó Eugéne Ionesco: “Si no se comprende la utilidad de lo inútil, la inutilidad de lo útil, no se comprenderá el arte”. Y sigue diciendo: “Es absolutamente necesario que el arte sirva para alguna cosa, yo diré que debe servir para enseñar a la gente que hay actividades que no sirven para nada y que es indispensable que las haya”.
En un mundo líquido, donde lo superfluo predomina sobre lo profundo, la norma del gusto estético se ha convertido en la superficialidad de las cosas cotidianas.
Aunque parezca paradójico, Voltaire dice en un verso: “Lo superfluo, cosa necesaria”, con lo cual podríamos reivindicar el valor estético de lo inútil.
Si bien la potencia del arte y las humanidades se funda en lo inútil -y que por tanto son amenazadas por la vida material-, no menos cierto es que el cultivo de los saberes aparentemente inútiles podría ayudarnos a encender la luz del optimismo.
Ordine reivindica el valor de aquellos saberes que no buscan una rentabilidad práctica, sino aquellos que nos hacen más felices. Hace una defensa de los valores de la cultura, tan olvidados y despreciados por los gobiernos y los economistas, que ven en la cultura un gasto, no una inversión -y por eso piden más recortes.
Las opiniones de Ordine ponen el dedo en la llaga de manera certera, y lo hace apelando a citas de escritores y pensadores clásicos, a los que pide volver.
Este breve libro es oportuno: reivindica la dignidad de lo inútil y la pasión por los saberes humanísticos; es una fervorosa crítica al mercantilismo y al neoliberalismo, y un antídoto contra el utilitarismo y el consumismo.
Es una crítica a aquellos que ven en las artes y las letras un gasto inútil porque no ven una utilidad económica ni una rentabilidad práctica, pero se olvidan de que la verdadera riqueza reside en el conocimiento humano. Me sentí reconfortado con la lectura de este libro porque es un espejo que refleja el estado de barbarie a que nos ha conducido la instrumentalización material del mundo, en aras de un bienestar cuyo dios es la tecnología.
En síntesis, este manual deviene una radiografía espiritual del estado de ser del individuo en sus avatares diarios. Como tal, debe ser leído y meditado por los padres con sus hijos, y los maestros con los alumnos.