No hay fórmulas matemáticas, químicas ni astrológicas que se puedan utilizar para saber cuál es la dirección por la que Dios te quiere guiar. La única forma de hacerlo es estableciendo una relación directa con Él.
Al igual que con cualquier persona, estrechar esa relación amerita hablar con Él, escucharlo, meditar y pensar en Él, hasta el punto que puedas saber lo que te dice aun cuando no te hable.
Hablamos con Dios cada vez que oramos o le expresamos nuestros sentimientos, y Él nos habla por medio a su palabra (la Biblia), una persona (profeta), por sueño, enfermedad u otras vías que considere necesaria para transmitir su mensaje. El problema es que a veces no nos damos cuenta porque no hemos profundizado nuestra relación con el Creador.
Podrás argumentar que Dios no es una persona física y, por lo tanto, no puedes escuchar su voz, pero ¿cómo puede una madre saber que el llanto de su bebé recién nacido se debe a que tiene hambre, frío o un dolor? El bebé no habla tampoco, pero ella sabe distinguir su necesidad porque ha pasado tiempo y tiempo con él.
Si quieres enamorarte de Dios plenamente comienza a buscarlo, pero recuerda “ser hacedor de la palabra y no solamente un oidor que se engañan a sí mismos. Porque si alguien es oidor de la palabra, y no hacedor, es semejante a un hombre que mira su rostro natural en un espejo”, Santiago 1:22-2.
Si ya estás profundizando tu relación con el Señor, sabrás que Dios te está hablando cuando lo que sientes o te dicen no contradice la Biblia, ya que “la palabra del Señor permanece para siempre”, 1 Pedro 1:25.
Asimismo, ten en cuenta que cuando Dios te da un mensaje te lo confirma para que te convenzas de su voluntad. Es Él que te habla cuando lo que estas escuchando te confronta, te marca, se lleva la duda y te trae paz. Así que comienza hoy a pasar tiempo con Dios y descubrirás lo fácil que para ti será descubrir su voluntad.