El filósofo y pensador católico San Agustín, quien nació en Tagaste, la actual Argelia, refirió que “Dios lo que más odia, después del pecado, es la tristeza porque nos predispone al pecado”.
El estado del alma que se denomina tristeza lleva a los seres humanos a derrotas por adelantado y a ver el mundo fuera de las oportunidades de progreso. Nadie puede cambiar la derrota en victoria de quien, previamente, se ha vencido en sí mismo.