La tragedia de una violación sexual

La tragedia de una violación sexual

La tragedia de una violación sexual

¿Sabes lo que es sentir el frío agujero de un revólver que apunta a tu cabeza mientras un desconocido te dice que te muevas debajo de él si no quieres que te mate? ¿Te imaginas sentir en tu rostro ese maldito aliento hediondo a bebida alcohólica o a yerba? ¿Te puedes imaginar la repulsión al sentir unas manos y unos genitales de alguien que a la fuerza invaden tu cuerpo?

“¿Por qué a mí? ¿Por qué a mí? ¿Por qué a mí?” En este momento ella no puede controlar ni sus lágrimas ni la pregunta que repite y repite, buscando una respuesta que no llega. Esa noche venía de su trabajo, tomó un motoconcho para llegar más rápido a su casa. Venía cansada. En un punto el hombre que conducía se desvió y la llevó a unos montes donde la violó.

Una noche un hombre penetró a su casa y violó a la madre y a su hija. El terror vivido indescriptible. El sufrimiento interminable.
Las lágrimas de una mujer víctima de una violación sexual, no cesan. El sentirse sucia. El shock. La rabia. El asco. El miedo. Las vidas de estas mujeres, nunca será la misma.

Muchas mujeres casadas o viviendo en unión libre, y que han sido víctima de una violación sexual, al poco tiempo son dejadas por sus hasta entonces compañeros.

Tragedias cotidianas que no son la portada de ningún medio. Tragedias que se viven en el más definitivo silencio, por la vergüenza, por el estigma. Tragedias que, si por casualidad nos enteramos, miramos de refilón y nos olvidamos de que somos “los demás de los demás”.

En 2017, los casos de violaciones sexuales aumentaron. Se registraron 1,238 casos (3 por día) de acuerdo con las estadísticas de la Procuraduría General de la República; 71 casos más que en 2016 que fueron 1,167 casos reportados.

La Provincia Santo Domingo tiene el número más alto de violaciones sexuales reportadas con 295; le sigue Santiago con 238; luego San Cristóbal con 99 casos y el Distrito Nacional con 66.

En una sociedad que tiende a culpabilizar y revictimizar a las mujeres, es importante que hagamos conciencia de lo que este acto de barbarie dice de la propia sociedad y lo que significa para la vida de una mujer y de todo su entorno familiar.

A la culpabilización se le agregan los daños físicos y psicológicos productos de la violación. Esto duplica el sufrimiento de la mujer, que, de manera ideal, debería iniciar un tratamiento psicológico.

Hoy estoy en la piel de cada mujer violada sexualmente. Me solidarizo. Las abrazo fraternalmente y las animo a seguir adelante, porque como dijo la teresiana Victoria Diez, “la vida puede más”.