David Alvarez
Mas de dos mil años antes que Freud, Platón defiende la importancia del diálogo como proceso curativo del alma y del cuerpo también, ya que para el filósofo ateniense las patologías y la salud afectan a ambas.
El diálogo, concretamente el diálogo socrático, es terapéutico.
Dialogar, no imponer, ideologizar o someter mediante el miedo o la ilusión, es lo propio entre seres humanos.
Diálogo que abre los presupuestos -y prejuicios- de quienes asumen responsablemente recibir la palabra del otro y aportar la suya.
Diálogo que se fundamenta en la razón -incluso cuando el objeto sea de naturaleza sentimental, creencias o principios-, ya que la razón es la manera humana de tratarnos dignamente unos con otros, sin importar culturas o tradiciones.
Relacionarnos con los otros en base a nuestras creencias y prejuicios -lo que es más común, lamentablemente- es encerrarnos en nuestras convicciones y egocéntricamente solicitar o estimular a los otros que aborden acríticamente nuestros argumentos.
Es herencia cartesiana en la tradición filosófica occidental, autoafirmación de un supuesto derecho egológico, imposición, falsa asunción de superioridad sobre los demás.
Rechazando que la filosofía esté en la escritura, Platón escribió, pero lo hizo usando el diálogo, y en los primeros textos, dejando abierto el tema para que al leerlo continuara el proceso de indagación.
La calidad de vida de una sociedad es posible medirla por la práctica del diálogo en su política y su cultura. Es evidencia del reconocimiento de la igualdad plena de todos.
