Ese juego nunca me gustó: quien juega corre, pero en cuanto se detiene la música su agilidad busca garantizar un asiento. ¿No logras sentarte? ¡Te quedaste fuera! Tres décadas después ese juego no me sigue gustando: aún veo jugadores que se quedan de pie ante la vida.
Dirán las “compañeras del partido”: “¡Oh no, tu versión no aplica, porque el 4% nos ha premiado con miles de sillas en todo el país!”. Ah, pero es que este juego de la silla es otro. Y no tiene que ver con quedarse de pie. Al contrario: tiene que ver con quedarse en la silla.
La silla escolar, que llamamos butaca, acomoda en su aislado diseño algo más que niñas y niños con uniformes y cuadernos nuevos. Toda la contradicción posible está incorporada en su diseño. Cuando vamos al cine, ¿nos sentamos en sillas separadas? ¿Y en la casa? ¿En la guagua? ¿Y en la sala de espera de la dentista? ¿Y en el restaurante? Ah, es que resulta que el ser humano es escolarizado obligándolo -por más de doce años-a sentarse en una silla solo, derecho y callado.
¿Creemos en la educación para la vida? Mucha gente dice que sí, pero no tiene idea de qué implica: una educación revolucionaria y moderna anima a la socialización, al diálogo, a la negociación, al implemento del aprendizaje colaborativo…
El ritmo y nuevo orden de preferencias no favorece espacios de conversación familiar por las noches. Quienes tienen la suerte de acceder a teléfonos inteligentes (uno por cabeza) conjura la oración del “cada quien en lo suyo” y apenas se habla lo esencial.
¿En la escuela también? ¿En qué ayuda ese instrumento de aprendizaje en los que nos hemos sentado todos nosotros? Sola, derecha y mirando pa’lante. Shhhhhh.
No es lo mismo avivar la cultura del papagayo que repite cuestionarios, pero no cuestiona ni siquiera la filosofía de su asiento. ¿Para qué nos educa una butaca? ¿Qué nos dice? Soledad. Aislamiento. Individualismo. Fomento de un enfoque sin cambio de perspectiva (se permanece todo el año escolar mirando desde un mismo asiento).
¿Qué necesitamos, además de útiles, para empezar un nuevo año escolar? Que las familias honren el compromiso de acompañar seriamente este proceso. Que la ovacionada tanda extendida no funcione como guardería y cumpla su objetivo pedagógico. Y, claro, necesitamos símbolos nuevos que dibujen en la silueta de una silla: integración, complemento y libertad.