La sentencia

La sentencia

La sentencia

Rafael Molina Morillo, director de El Día

En torno a la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional se ha desatado una tormenta que amenaza con dividir a la población dominicana en dos grandes corrientes que, despectivamente, se acusan y contra-acusan de ser “patrioteros” o “traidores”.

Está bien que todo el mundo tenga derecho a pensar con cabeza propia y a expresar lo que sienta, pero no debemos rebasar por nada los límites de la cordura y el respeto mutuo.

Muchos sabios y personas respetables han expuesto y siguen exponiendo de un lado y de otro sus respectivos puntos de vista sobre dicha polémica sentencia, que pretende normar la ciudadanía y la nacionalidad en nuestro país, para determinar finalmente quiénes son dominicanos y quiénes no lo son.

Es una osadía de mi parte intervenir en un debate en el que participan tantas voces autorizadas. Pero aún así, he decidido lanzarme al ruedo para exponer mi opinión, la que de antemano califico como libre de prejuicios, y apegada irrestrictamente a la institucionalidad.

Antes de comenzar un juego de béisbol, los equipos, los jugadores y el público se ponen de acuerdo para aceptar sin discusión las llamadas “reglas del juego” y se escogen unos árbitros o jueces para que decidan en todos los casos confusos o de simple apreciación.

Hecho esto, lo que digan los árbitros es “lo que va”, truene, llueva o ventee.

En el mundo de los negocios, por su parte, existe el “arbitraje”, mediante el cual dos o más partes en conflicto escogen a alguien en quien confían y dicen: “Aceptamos lo que diga este Árbitro, tanto si nos favorece como si nos perjudica”.

La nación dominicana también tiene sus árbitros, que son los jueces que componen las diferentes instancias jurídicas, entre ellas el Tribunal Constitucional.

Sus decisiones son definitivas y no se pueden estar cambiando después de emitidas, como tampoco puede el árbitro de béisbol cantar “out” lo que ya había cantado “safe”, solo porque algunos fanáticos no estén de acuerdo.
En fin, la sentencia 168-13 es el fruto de nuestra soberanía. Se acabó el partido.



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