Según algunos, la seducción es un arte. No necesariamente se refiere a seducir a una persona para establecer una relación romántica, también se utiliza para otros tipos de interacción ya sea social, financiera y demás situaciones del diario vivir. La seducción es una manera de llamar la atención, de lograr ser tomados en cuenta, de destacar, ser reconocidos y valorados, de gustar a los demás y ser aceptados.
Todos los humanos tenemos esa capacidad; más, algunos aprenden a desarrollarla y a afinarla. Para ponerla en práctica se necesita el autoconocimiento, la seguridad en sí mismo, autoconfianza y autoestima, pues sin estas características no se puede lograr influenciar a otros; ya que, la seducción es una forma de comportamiento para conseguir un objetivo.
El seductor utiliza todos los recursos físicos, psíquicos, emocionales y espirituales que están a su alcance, pero de manera sutil y delicada. Puede utilizar el lenguaje verbal y el no verbal, la sugestión, persuasión, sonrisas, miradas, palabras y hasta silencios misteriosos.
De modo tal que, el seductor tiene como objetivo movilizar los pensamientos, sentimientos, emociones, deseos y necesidades de la persona que seduce haciéndola sentir que es especial y que tienen especial conexión.
La persona seductora muestra su mejor perfil aunque no siempre es él mismo, pues mantiene un aura misteriosa para lograr cierto interés en el seducido, aunque permanentemente interesado en los gustos, estándares y expectativas del otro, lo que le permite lograr su objetivo. Es importante conocer estas características, pues si nos encontramos con un seductor, por lo menos permitámonos ser seducidos con conciencia.