Estando en consonancia con la naturaleza, oyendo los pajarillos cantar y frente al sosiego y la paz que la misma tierra nos brinda, mi mente al igual que los pajarillos vuela, pero no en libertad hacia el horizonte, vuela hacia nuestra realidad existencial, hacia nuestros héroes y su sacrificio, a la importancia que reviste no retroceder en las conquistas que gracias a ellos hemos alcanzado, solo pido a Dios que nos ayude a actuar con equidad poniendo todo en su justo lugar.
Y en medio de esta panorámica viene a mis pensamientos nuestro rol como cristianos en medio de nuestra sociedad. Pienso que en el afán de ubicarnos a la altura de las grandes urbes hemos querido degustar de su pastel pero lamentablemente hemos asimilado lo menos nutritivo de éste y hoy estamos viendo los resultados en todas las esferas de la población.
Como cristiana pienso en la importancia del llamado que nos hizo Jesucristo cuando se refirió a que somos ¨La Sal de la Tierra¨.- y es que no se refería a la tierra como naturaleza en sí, pues ella, que no tiene libre albedrío y por tanto obedece a los esquemas para la que fue creada, tiene todos los condimentos necesarios, incluyendo la sal para brindar lo mejor de si-, Jesús se refería a la especie humana, componente importante para Dios tan significativo que nos hizo a su imagen y semejanza.
El Señor quería que supiéramos la responsabilidad que como cristiano tenemos ante Dios de actuar en medio de nuestros congéneres bajo los mismos estándares de calidad que tiene la sal, pues sabía que el mundo lo necesitaba a gritos, que así como la sal en si misma actúa como anticorrosivo, de esa misma manera nosotros debemos ser fuente inagotable de integridad a toda prueba, pues como la sal debemos evitar que todo lo que esté a nuestro alcance se corrompa o se corroa.
La sal tiene un sabor inconfundible y condimenta, muchos alimentos para ser agradables al paladar solo tienen que tener sal. De igual manera tenemos que actuar nosotros en medio del entorno en que nos movemos, con una marca que nos identifique, y es que debemos reflejar el carácter de Dios.
Hemos sido llamados a que nuestro estandarte sea el amor, la justicia, la mansedumbre, la humildad y la integridad, que son los dones del Espíritu Santo. Propulsemos el que otros quieran tener lo mismo que tenemos nosotros para sentirse realizados, en paz y felices, de manera que podamos contrarrestar esta corriente que quiere minar lo mejor de nuestra sociedad, llamando a lo malo bueno y a los bueno obsoleto o inservible!