Es una verdad de Perogrullo afirmar que se teje un plan muy bien estudiado de promover la RD y Haití dentro de un mismo concepto en las relaciones que la ONU, los Estados Unidos y la Unión Europea buscan establecer con los dos gobiernos nominales de La Española, cual si fuesen siameses. Ejemplos ya empiezan a aparecer.
La contraparte del plan unificador de la isla en el plano cultural vendría a ser representada por los señores Junot Díaz y Edwidge Danticat, dos escritores estadounidenses de origen dominicano, el uno, y de origen haitiano, la otra, por cierto, de segunda y tercera categorías.
Su retórica fusionista refleja un conocimiento simplista, esquemático y estilizado de la historia y cultura dominicanas, propio del emigrante desenfocado de la cultura mayoritaria a la que reclaman pertenecer por separado.
El hecho de que escriban en inglés, no en español, ni en francés o “créole”, la Danticat, por asuntos de comodidad, respectivamente, de por sí revela su pretensión en asumir una voz que no les corresponde exactamente, por su experiencia humana de la emigración. Ya lo dijo Unamuno, que el ser del hombre es la lengua.
Por lo menos hay tres razones fundamentales que hermanan a Díaz y Danticat: primero, la pobreza que los dos experimentaron en su infancia; segundo, su profundo resentimiento social contra las elites dominicana y haitiana; y tercero, su condena al exterminio de los haitianos de 1937 ordenado por un desquiciado como Trujillo, no por el pueblo dominicano, como con malicia se ha querido vender la idea.
Ciertamente este mismo episodio lo dramatiza Freddy Prestol Castillo en “El Masacre se pasa a pie” desde una pose marxista y con un sentimiento de mea culpa por el genocidio, tal cual lo postula Giovanni Di Pietro en sus estudios sobre la novelística dominicana.
Una cosa es la historia y la cultura de dos países como son las de la RD y Haití, y otra distinta es la realidad que se pretende fabricar cómodamente desde el parapeto de un discurso interesado. Lejos de ceder a un tratamiento frívolo, y siguiendo a pie juntillas un libreto, son un asunto muy serio.
No es verdad que pueden cobrar vida en el interior de un frío laboratorio digno de academias y desde la torre de marfil de cierto tipo de retórica interesada y probablemente bien remunerada.
Ambos escritores surgen en una coyuntura histórica en los Estados Unidos en que a este país le interesa saber cómo piensan sus vecinos del patio en América Latina, contrario a como sucedía en el pasado, cuando se les despachaba bajo la etiqueta de escritura de viajes y de autobiografías; es decir, no se les reconocía capacidad para funcionar a un nivel más avanzado en el discurso y la ficción creativa.
Sin embargo, el Imperio jamás cambiará en su óptica de verles a todos como representantes marginales de una cultura, como marginales también son vistos en sus países de origen.
De ahí la profunda crisis de identidad cultural que arrastran, genialmente dramatizado por Derek Walcott, el Premio Nobel de Literatura 1992 santaluciano, en su poema “A Far Cry From Africa”. (Muy lejos de África)
La visión de idénticos escritores aspira a escamotear el legado lingüístico y cultural que dejara España en la RD y Francia en Haití en aras de vender solamente el componente africano común entre los dos pueblos caribeños.
Según se desprende de su discurso, para Díaz, en su perspectiva sesgada, el dominicano es pura fisonomía y expresión cultural del África ancestral, muy diferente a como lo viera el inmenso Nicolás Guillén, que humildemente le da el mismo valor a la herencia hispánica y africana en la cultura cubana, como lo demuestra en su poema “Balada de los dos abuelos”.
Y ni decir de Danticat dentro del imperio ideológico de la negritud en el caso haitiano.
En el plano social el manejo espurio del concepto de siameses se extiende a Ana Belique, una activista dominicana de origen haitiano, y la abogada Noemí Méndez, dominicana, y su Movimiento Reconocido.
En lo adelante solo resta esperar cuál será la novedad en esta aberrante dinámica que parece tomar cuerpo cada día a los ojos asombrados de la gran mayoría de los buenos y verdaderos dominicanos.