La evolución del talento humano ha venido definiendo claramente en su entorno, lo que es bueno y malo. Y lo que es bueno individualmente, no necesariamente es bueno para el conglomerado social, y es lo que más pesa en las decisiones de los individuos, que como seres somos egoístas y tenemos en primer orden nuestro bienestar y conveniencia sin tomar en cuenta el bienestar de los demás, careciendo de una conducta ética con nosotros y los demás. Por lo menos es lo que prevalece.
Pues para tener instituciones y empresas responsables socialmente, tenemos que contar en su seno, con individuos con liderazgo que tengan responsabilidad social. Pero lo preocupante es que no alcanzamos a tener un 5 % de la población que entienda el concepto de su responsabilidad social ante la sociedad y el planeta, lo que nos deja con una carencia de proyectos, planes y procesos en este sentido, a pesar de la urgencia que tenemos.
Necesitamos desarrollar una conducta ética con práctica coherente, a nuestros niños desde las escuelas, y las universidades formar profesionales con conciencia de su responsabilidad social individual, que cuestionen nuestras malas acciones y adoptemos procesos que vayan en un sentido positivo al rescate del futuro por un mundo sostenible como lo plantea la agenda de la ONU para el 2030.
Pero no podemos dejar esta decisión a los políticos y menos a los empresarios. Es muy fácil darse cuenta cuánto necesitamos de un nuevo comportamiento social. Muchas son las causas que tenemos con las cuales podemos comprometernos, en cualquier entorno donde nos encontremos.
Veamos algunos: desperdicio y contaminación del agua, uso indebido de plástico, eliminación del abuso infantil, conducta social inclusiva, práctica abusiva contra sectores vulnerables, etc. En la que podemos, con nuestra capacidad y recursos, impactar con nuestras acciones, con responsabilidad, con voluntad y conciencia.
Nuestro comportamiento es vital. No consumir plástico de un solo uso, usar vehículos de menor contaminación para movernos, no adquirir bienes que no necesitamos, reducir el consumo de agua potable y energía en nuestros hogares, reciclar, reusar, reparar todo lo que nos sea útil, sembrar y no maltratar los árboles ni los animales.
Y podríamos describir decenas de acciones que no nos cuesta ningún sacrificio hacer, sin embargo, contribuir a un mundo mejor.