La reputación del país peligra

La reputación del país peligra

La reputación del país peligra

La reputación, en todos los sentidos, es el valor ganado a fuerza de acciones honradas, sinceridad, honestidad, hospedaje y trabajo.

Esto es igual para una persona, un producto, una institución, una empresa o una entidad.
La República Dominicana como nación, presumida independiente y democrática, debe ser el conjunto de todo esto, pero al parecer los hombres y mujeres responsables de promoverlo y hacerlo conocer en buena lid, no lo están pensando ni comprendiendo.

Los escándalos desatados en las instituciones públicas, incluyendo el Poder Judicial, los institutos castrenses y la Policía Nacional, con todas sus dependencias, no están haciendo los esfuerzos de rigor para proteger la imagen del país como nación de hombres honrados y trabajadores y, por el contrario, cada día nos colocan en la bandeja de la vergüenza internacional.

De igual manera, la injerencia extranjera, las denuncias alegres en el exterior, el dominio de lo foráneo y la falta de credibilidad en los valores éticos que deben tener como columnas la educación, la salud, la seguridad social, la vivienda, el derecho al trabajo y a la libertad económica, nos conducen irremediablemente a un destino sin color, olor ni sabor.

De la justa y correcta valoración de la imagen depende grandemente la reputación y el respeto soberano a la persona, empresa o país que ha de ser evaluado para la comparación con las demás naciones que luchan por ser ellas mismas y encontrarse con una mejor realidad social y humana.

Parece que seguimos perdiendo el sentido de dominicanidad y somos dominados por las luchas internas que, casi siempre están matizadas por la lujuria económica, la ambición política y el fomento de la corrupción administrativa y social. Lo que hemos vivido en el año que discurre es la mayor prueba de esta afirmación.

Sin embargo, seguimos pendiendo del más sano de los recursos, que es la confianza y, sentados en el carro de la fe, esperando que nuestras autoridades, nuestros jueces, empresarios, profesionales, obreros y agricultores, pero sobre todo nuestros políticos, empiecen a ver que el peligro nos acecha y el abuso nos golpea.



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