Durante más de dos décadas, viajé a diversos países del mundo cubriendo giras presidenciales relacionadas con compromisos oficiales, lo que se conoce como visitas de Estado o participaciones de mandatarios dominicanos en cumbres u otros eventos internacionales.
A menudo, estos viajes son observados con reservas por algunos sectores que los consideran escapadas de gobernantes presionados por problemas internos, buscando evadir la presión mediática.
No obstante, los viajes de un jefe de Estado siempre tienen una repercusión positiva para el país en términos de posicionamiento regional o biregional, especialmente en estos tiempos de apertura comercial e interrelación en múltiples ámbitos.
Hasta principios de 1982, cuando se inauguró el gobierno del fenecido presidente Salvador Jorge Blanco, el peso de República Dominicana en el escenario internacional era de poco impacto.
Durante el gobierno de los 12 años del también fallecido Joaquín Balaguer, la presencia en eventos regionales e internacionales no se consideraba vital, delegándose la participación en el vicepresidente, canciller u otros funcionarios a nivel de secretario de Estado, vinculados al tema de la agenda del evento.
Sin embargo, con la llegada de Jorge Blanco se abrió una etapa de constante relación con el exterior, incluyendo viajes programados a diferentes partes del mundo, como las tomas de posesión de dignatarios extranjeros, entre ellos Alan García en Perú y Raúl Alfonsín en Argentina.
Recuerdo particularmente el viaje a Lima, Perú, en un vuelo convertido en Fuerza Aérea 1 de Dominicana de Aviación, que incluía a la totalidad de periodistas acreditados por diferentes medios de comunicación.
Perú vivía entonces bajo una gran tensión por las operaciones del grupo guerrillero Sendero Luminoso, y desde el avión, el entonces secretario de las Fuerzas Armadas, mayor general Manuel Antonio Cuervo Gómez, planificó dirigir una advertencia a la comitiva, especialmente a la prensa, para que tomáramos medidas especiales de prevención.
Según el jefe militar, que habló a bordo del autobús que nos transportaba desde el aeropuerto al hotel, no era seguro pasear por Lima ni disfrutar de la ciudad por las noches; había que mantenerse siempre a la vista y alcance de la delegación dominicana, siguiendo los protocolos de seguridad para evitar mayores consecuencias.
El avión presidencial aterrizó en horas de la noche en el Aeropuerto Internacional de Lima, en un aterrizaje riesgoso debido a la alta concentración de neblina. Durante el trayecto al hotel, nos percatamos de la total militarización de la capital peruana, con efectivos militares armados, tanquetas y vehículos blindados en las esquinas, creando una escena que parecía de guerra.
Al día siguiente, algunos periodistas que acompañábamos a la delegación, incluidos Nelson Gullén, Héctor Amparo, Melton Pineda y yo, decidimos arriesgarnos y caminar por las calles de Lima. La presencia militar, reforzada con equipos bélicos, era impactante. Las delegaciones al acto de toma de posesión estaban protegidas por un impresionante anillo de seguridad, con movimientos previamente autorizados y bajo control de la seguridad peruana.
Una de las razones que justificaban la presencia de Jorge Blanco en la toma de posesión era la similitud ideológica del PRD con Alan García, ambos miembros de la Internacional Socialista. Recuerdo que en las noches se producían interrupciones del servicio de electricidad atribuidas a sabotajes a las líneas de transmisión por parte de Sendero Luminoso.
Fue en ese contexto que, al final de la visita, el entonces embajador dominicano en Perú, el periodista Juan Bolívar Díaz, ofreció una recepción al presidente Jorge Blanco y su comitiva, brindando por el éxito de aquel viaje.
En realidad, no ocurrió otra cosa destacable, más allá de la presencia de la delegación dominicana de alto nivel.
Los viajes presidenciales siempre tienen una justificación, ya que la cercanía y las relaciones bilaterales rinden frutos. Son oportunidades para fortalecer la diplomacia, promover los intereses nacionales y establecer relaciones que pueden traer beneficios a largo plazo para el país.
En un mundo cada vez más interconectado, la presencia y participación activa en eventos internacionales es esencial para el posicionamiento y la influencia de República Dominicana en el escenario global.
Entender y valorar la importancia de estos viajes, no sólo como eventos diplomáticos, sino como estrategias fundamentales para el desarrollo y progreso de nuestra nación es relevante.