A los economistas les queda bien claro identificar las etapas por la que puede atravesar la economía en un periodo determinado ya que al invocar la teoría de los ciclos económicos esta permite reconocer si se transita por un estancamiento económico, una expansión, auge o una recesión. Es por tal razón que no resulta muy complicado examinar la fase del ciclo económico por la que se transita y tomar las decisiones oportunas para aplicar las medidas económicas más aconsejables.
Al pensar en el ciclo económico, en lo inmediato se tiene presente las fluctuaciones que en determinado momento ocurre en la actividad económica y, por supuesto, en la tendencia que va registrando el crecimiento económico. Y ha de ser así ya que se entiende que, tras un largo periodo de expansión, la economía tiende a registrar una fase de contracción, y esa es la dinámica de los ciclos económicos.
A la luz de la razón, hay que resaltar que, por su propia naturaleza de manifestación, los ciclos económicos son la expresión de un proceso económico que tiene un impacto general en todos los ámbitos de la sociedad. Bajo ese enfoque, si se trata de una situación de contracción de la actividad económica, entonces, se está ante la presencia de una crisis económica, cuya magnitud estará en función de su duración y niveles de daño causado de manera sectorial.
En el pensamiento económico esa interpretación ha estado presente desde que en 1865 el economista francés Robert Aftalion logró descubrir que en toda economía se presenta una etapa cíclica. Criterios que han sido profundizados por varias generaciones del pensamiento económico ilustrados como Karl Marx, Joseph Schumpeter, John Keynes, Dimitrievich Kondratieff, John Hicks y el premio nobel de economía Robert Lucas.
Las ideas de estos economistas han permitido entender mucho mejor que la duración de los ciclos económicos no tiene un plazo determinado para finalizar ya que su temporalidad es muy variada, tal como lo registra la historia económica. Mientras la economía muestre niveles de desempleo elevado, no se puede afirmar que la economía ha superado la fase recesiva, pero que tampoco ha logrado su recuperación plena ya que tal situación demuestra que el potencial de crecimiento económico no expresa una correlación con el patrón de crecimiento promedio histórico.
Como se sabe, en el año 2020 lo que vivió la economía mundial fue una hecatombe ya que a escala planetaria ocurrió una catástrofe sin precedentes históricos. La economía fue destruida en todos los ámbitos con una rapidez inimaginable, y en tan solo 10 meses la contracción del PIB fue de un 4,2% con un impacto en la pérdida de empleo superior a los 116 millones, colocando a la población en una situación de calamidades y crisis humanitaria.
Ante el siniestro económico que se derivó de la pandemia global, la respuesta inmediata de los gobiernos fue ir en auxilio de la población con la finalidad de provocar un rescate económico inducido por un incremento de la liquidez a favor de la familia mediante la ejecución de programas asistencialistas. Sin lugar a dudas, toda esa prebenda fue favorable para que el público se sintiera estimulado para acudir a los diferentes mercados a consumir e invertir, lo cual repercutió en la actividad económica.
Obviamente se apostaba a que los estragos del Covid 19 fuera cuestión del pasado y que la crisis económica mitigada con las medidas adoptadas, a la brevedad posible. Pero no ocurrió así, ya que se pasó por alto que la decisión adoptada tenía como riesgo que el potencial de repunte de inflación subyace ante un excesivo incremento de liquidez en la economía.
Ciertamente, el exceso de dinero en circulación y el resurgir de los sectores económicos menos golpeados han contribuido a que la vida económica haya entrado en una fase de recuperación desde el segundo trimestre del 2021, aunque con mucha fragilidad. La pandemia global puso en evidencia las debilidades estructurales que permean a la economía y los déficits sistémicos de la sociedad, y esa es una razón ponderosa para entender que no se puede dibujar un escenario de recuperación plena, sino que aún se está en un escenario de pruebas y desafíos.