Aunque otros hablan de causas, a nosotros nos gusta hablar de condiciones para prevenir la delincuencia. Aunque otros digan que la criminalidad es la causa de la inseguridad ciudadana (por lo que hay que prevenirla), nosotros decimos lo contrario; es decir, que es un efecto.
Es la consecuencia de muchas otras inseguridades (principalmente el paro juvenil, la falta de empleo, de un techo, de electricidad permanente y barata, de salud pública, de instrucción pública y privada, la carestía de la vida, falta de libertades, entre otras), y entonces surge la criminalidad. Atacar, pues, estas inseguridades es lo que cuenta, y no tanto atacar la criminalidad estricta.
El origen de la delincuencia como fenómeno social, es totalmente condicionado al Estado: “quien quiera analizar esta cuestión desde el punto de vista científico… no puede obviar el nexo histórico que constituye su base”: El Estado.
Porque la delincuencia debe evaluarse como un conjunto, no sólo de delitos, sino también de delincuentes, un concepto muy imperfecto por razones muy sabidas dentro de la criminología contemporánea.
Hay diferencia entre el delito y la delincuencia.
El delito no es toda la violencia que existe en una sociedad. Estos fenómenos homogéneos, tomados por separado poseen unas propiedades, pero si se les toma en conjunto pasan a ser distintos de sus componentes, nos conducen a referirnos a la delincuencia en conjunto, como el fenómeno lógico para las condiciones concretas de una sociedad concreta.
La delincuencia es una magnitud compuesta de todos los acontecimientos individuales que, en su masa forman este fenómeno social. La criminalidad es la manifestación de la delincuencia.
La criminalidad se mantiene viva por la desigualdad social, la discriminación del poderoso frente al desposeído, la actitud del hombre hacia la mujer, del Estado frente al ciudadano, y como resultado de ello tenemos a la marginalidad social, que es tema sempiterno de todas las sociedades.
Nuestra sociedad no es horizontal, el desarrollo económico se concentra en apenas dos o tres ciudades. No puede haber, por lo tanto, progreso social y cultural. Cuando asociamos la interrelación entre economía y criminalidad, se comprende el por qué ella es un fenómeno urbano, y por qué se hace más cruel y más física en su expresión, y el delincuente se torna habitual.
Para prevenir la delincuencia que hay partir del contexto urbano, ya que todos cuentan: los delincuentes y las víctimas, los que están en riesgos de la delincuencia, el papel de la Policía, especialmente lo que concierne a sus relaciones con la sociedad en su conjunto, al cumplimiento del objeto de la institución policial.
Porque sabemos que esta Policía ejerce al mismo tiempo funciones represivas y preventivas.
Creo, que la reducción de la inseguridad ciudadana tiene mayor efecto si es la comunidad la que diseña la campaña de prevención a la criminalidad, si se persuade de contar con una Policía más municipal, más perceptiva de aquel que quien es un infractor, es un ciudadano común.
La atención tiene que estar en el delincuente; pero la prevención debe basarse en la protección del ciudadano.