"La prefieren loca que lesbiana": la deuda de Chile con Gabriela Mistral, quien ganó el Premio Nobel de Literatura

«La prefieren loca que lesbiana»: la deuda de Chile con Gabriela Mistral, quien ganó el Premio Nobel de Literatura

«La prefieren loca que lesbiana»: la deuda de Chile con Gabriela Mistral, quien ganó el Premio Nobel de Literatura

La Gabriela Mistral que se enseña en Chile es la madre y maestra, la poeta que invita: «Dame la mano y danzaremos; dame la mano y me amarás».

En las plazas –y hasta el billete de 5.000 pesos chilenos– Mistral es la mujer con los labios apretados y el ceño fruncido, vistiendo un traje de dos piezas y el pelo recogido en un moño.

Y en el ámbito literario, los mistralistas tradicionales han llegado a llamarle «la divina» o «la santa», alimentando esta imagen unidimensional y distante de la escritora, diplomática e intelectual más importante de la historia de Chile.

Es cierto que la autora nacida en 1889 en la comuna de Vicuña, al noreste de Chile, defendió los derechos de los niños y la importancia de la educación, escribió poesía sobre la infancia, el amor maternal y la naturaleza. Pero también creó textos de una pasión ferviente, incluso de erotismo entre mujeres.

En la intimidad, en sus cartas, videos y audios personales, Gabriela Mistral demuestra haber sido una persona más compleja de lo que indica el retrato oficial.

Secreto a voces

La primera persona de América Latina en ganar el premio Nobel de Literatura –y la única mujer de la región que ha conseguido dicha distinción hasta el día de hoy– vivió en una época muy conservadora.

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Mistral «reunía todas las condiciones para ser discriminada», le dice a BBC Mundo María Elena Wood, documentalista que ha estudiado principalmente los últimos años de vida de la poeta, desde que recibió el Nobel en 1945 hasta su muerte, en 1957.

En primer lugar era mujer, un factor de discriminación socioeconómico hasta la actualidad. No en vano este martes, en el que se celebra el Día Internacional de la Mujer, el lema es «Por un planeta 50-50 en 2030: Demos el paso para la igualdad de género».

Wood explica que, además, Mistral provenía de una familia pobre del interior chileno, no tenía padre, era más alta de lo común y de rasgos indígenas, y tenía una personalidad conflictiva y fuerte. Por si todo esto fuera poco, dice, era lesbiana.

En 2010 Wood estrenó «Locas mujeres», un documental sobre la relación romántica entre Mistral y la estadounidense Doris Dana, basándose en 40.000 documentos personales de la escritora chilena.

Su documental reveló lo que hasta entonces era un secreto a voces: Dana no era su asistente o secretaria, como se ha repetido hasta el cansancio en las biografías de la autora de «Los sonetos de la muerte» y «Desolación». Dana era su pareja.

Esto, según Wood, generó un conflicto en el mundo mistraliano tradicional. «La preferían loca que lesbiana», dice la documentalista.

La teoría de que Mistral «enloqueció» surge de la profunda tristeza y soledad que sintió la escritora tras el suicidio en 1943 a los 17 años de su sobrino, Juan Miguel Godoy, a quien ella crió como hijo y llamaba cariñosamente Yin Yin.

«Mi querida maestra»

Por sus tareas como escritora, intelectual y cónsul chilena, Mistral pasaba más tiempo afuera de su país que adentro. En 1946, tras ganar el Nobel, fue invitada a dictar una conferencia en la Universidad de Columbia, en Nueva York.

Dana estaba entre el público.

«Mi querida maestra», dice la primera carta que Dana le escribió a Mistral, dos años después de aquella conferencia. «En la profunda ternura contemplativa y la fuerza de sus obras, el mundo ha encontrado en usted una maestra de sentido y una llama viva del arte más puro».

Con el escritor Thomas Mann como principal punto en común, ambas mujeres empezaron una relación primero profesional y luego sentimental, según se desprende de su apasionado intercambio epistolar publicado en 2012 por Penguin Random House bajo el título «Niña errante».

Cuando Dana se carteó por primera vez con Mistral tenía 28 años y estaba dando sus primeros pasos como escritora. La chilena era una autora consagrada de 60 años, que ya empezaba a tener problemas de salud.

«Tú no me conoces todavía bien, mi amor. Tú ignoras la profundidad de mi vínculo contigo. Dame tiempo, dámelo, para hacerte un poco feliz», dice una de las cartas de Mistral a Dana.

«Yo me pongo en el viento y en la lluvia tierna, para que estos, viento y lluvia, puedan abrazarte y besarte para mí», le responde la estadounidense, que luego se convertiría en la albacea de los bienes materiales e intelectuales de Mistral.

Su relación epistolar abarca 9 años e incluye fragmentos de amor y pasión como estos, pero también hay dolor, reproches y pormenores de la vida cotidiana.

Negado hasta la muerte

Mistral nunca tuvo interés de que se conociera su vida íntima. Era discreta, como indicaba la etiqueta de la época. Tuvo numerosas secretarias, mujeres educadas que la ayudaban en lo doméstico y financiero, pero también con el caos de sus poemas y textos escritos por doquier en pequeños papeles.

De hecho, fue la propia Mistral quien inició el rumor de que Dana era su asistente.

Dana, en cambio, negó directamente cualquier vínculo romántico entre ellas hasta la fecha de su muerte, en 2006. Sin embargo, como escribió en el epílogo de «Niña errante» su sobrina Doris Atkinson, la estadounidense «no hizo esfuerzo alguno por restringir el uso de las cartas ni dejó instrucciones al respecto».

Sólo había indicado que la totalidad del legado de la poeta debía entregarse a «instituciones apropiadas».

Atkinson decidió que dichas instituciones estaban en el Chile natal de Mistral y por eso en 2007 entregó al estado 40.000 manuscritos, cartas, fotografías y objetos, entre otras pertenencias.

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Entre el pudor y la censura

A fines del año pasado, el programa periodístico «Chile en Llamas» emitió en dicho país un capítulo llamado «Censura por razones de género», que dedicaba 10 minutos a Mistral.

Allí, el escritor Juan Pablo Sutherland cuenta que en 2002 intentó incluir tres poemas de Mistral en la compilación «A corazón abierto. Geografía literaria de la homosexualidad en Chile», de editorial Sudamericana. Sin embargo, la Fundación Premio Nobel Gabriela Mistral no lo permitió.

«Es una censura que está ordenándole a la gente cómo leer los textos y eso lo encuentro más feroz», dice Sutherland.

Una década y media después, Jaime Quezada, escritor y director de la Fundación Premio Nobel Gabriela Mistral, le dice a BBC Mundo: «Incluso todavía no me atrevería a decir enfáticamente que era lesbiana».

En su opinión, afirmarlo sería un «atrevimiento» y denotaría «cierta irresponsabilidad».

Por eso el año pasado Quezada criticó públicamente a la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, cuando ella citó una carta de Mistral a Dana en el contexto de la promulgación de la ley de matrimonio gay en dicho país.

«Nuestra Gabriela Mistral escribió a su querida Doris Dana: ‘Hay que cuidar esto Doris, es una cosa delicada el amor’. Y lo recuerdo hoy porque a través de esta ley lo que hacemos es reconocer desde el Estado el cuidado de las parejas y de las familias y dar un soporte material y jurídico a esa vinculación nacida en el amor», dijo entonces Bachelet.

La Gabriela Mistral Foundation tiene una postura más tajante. «Como fundación nos dedicamos únicamente a su legado», dice Gloria Garafulich-Grabois, integrante de la junta directiva de la institución con sede en Nueva York.

«La importancia que tiene es por su obra literaria», agrega Garafulich-Grabois. «La respetamos, pero no tocamos ese tema».

El problema de infantilizar a Mistral

En 2012, Pedro Pablo Zegers, editor de «Niña errante», dijo al presentar el libro que su intención era bajar a Mistral del pedestal en el que ha estado durante 50 años, para así acercarla a la gente e incitar una lectura menos reduccionista de la autora.

En este sentido, Quezada reconoce el problema de que «se sigue enseñando a Mistral como la autora de poemas escolares». La ternura de su poesía prevalece frente a la amplitud plural de su trabajo intelectual, afirma.

Por su parte, Wood cuenta que en su momento, durante la realización de «Locas mujeres», se preguntó si debía o no dar a conocer la vida íntima de Mistral. «El documental no admite dudas porque incluye una grabación de ellas diciendo que están juntas y se aman», dice.

La falta de conocimiento de «la verdadera artista» fue lo que la llevó a seguir con el proyecto audiovisual: «Es imposible entender la pasión de su poesía sin conocer las fuerzas internas que la movían».