Daris Javier Cuevas
Abordar el malestar socioeconómico de la pobreza es penetrar a un fenómeno hipersensible donde lo primero que resalta es la inexistencia o carencia de recursos que permitan cubrir las necesidades esenciales de una gran parte de la población. Por igual, se trata de los individuos que exhiben insuficiente capacidad para producir lo que se requiere para sobrevivir de manera digna en un entorno de alta vulnerabilidad.
Como se puede apreciar, la pobreza de por si plantea un escenario complejo que no debe tratarse con simplismo, por tanto, su medición objetiva no debe reducirse a un tratamiento en términos monetarios sino multidimensional si se quiere analizar con mucha seriedad.
Al Banco Mundial se le atribuye impulsar la medición multidimensional de la pobreza, en la cual se consideran múltiples variables que explican la presencia de este lastre socioeconómico. En efecto, dentro de las tantas interpretaciones de este fenómeno aparece lo que es la pobreza monetaria, la cual solo toma en consideración si los hogares satisfacen esencialmente lo relativo a los alimentos, ropa, vivienda recurriendo al mercado para obtenerla mínimamente.
A la Luz del razonamiento de la economía se precisa que los pobres monetarios están constituidos por aquellas personas que habitan en hogares cuyo gasto per cápita resulta exiguo para obtener una canasta básica de alimentos y no alimentos, en particular, vivienda, educación, salud vestido y transporte. En adición, están los pobres en extremos conformados por las personas que componen hogares cuyos gastos per cápita son inferior al costo de la canasta básica que conforman los alimentos básicos requeridos.
Desde una perspectiva de la teoría del desarrollo económico, medir la pobreza monetaria sugiere un análisis riguroso y serio bastante amplio que permita sustentarse en indicadores preciso que reflejen que tan cercano a la realidad es la pobreza que persiste. En efecto, se ha de considerar la incidencia de la pobreza, esto es, la proporción de pobres y pobres extremos como proporción de la población total, lo cual va a reflejar si el consumo de la población coincide o es inferior al valor de la línea de pobreza extrema.
El enfoque planteado obliga a considerar y analizar el índice de la brecha de pobreza, la cual permite observar si existe carencia del consumo promedio de los pobres al relacionarlo con la línea de pobreza. Y es que tales criterios obligan considerar cual es proporción de la población pobre dentro de la población total, asi como la severidad o intensidad de la pobreza, lo cual permite conocer el grado de desigualdad existente entre los mismos pobres.
A escala global el malestar de la pobreza siempre ha sido de gran preocupación de los gobiernos y una deuda social del Estado frente a la población por la responsabilidad que implica la dimensión de la protección social a los que menos tienen. Y esa es una justificación considerable para ampliar y sostener una política social enorme para asistir a la población más vulnerable, principalmente en las economías emergentes mediante transferencias del gobierno.
Corresponde al gobierno impulsar un incremento de la cobertura del asistencialismo social mediante efectivos programas de protección social ya que esta es la mejor manera justa de corregir y atenuar las dificultades por las que atraviesan millones de gentes. No obstante, la efectividad del asistencialismo social requiere ser asumida como política de Estado desvinculada de la contaminación intencional de procurar dividendos electorales, practica esta que desnaturaliza el rol social del Estado.
Es cierto que resulta ser una preocupación muy notable y constante el hecho de que el gobierno asume un elevado costo fiscal al orientar una política social efectiva ya que la pobreza tiene expresión estructural ancestral. Se trata de una situación neurálgica en el marco de la política social cuyo avance o no en la ampliación de los programas sociales estará en función de que tanto el gobierno se decante por darle un matiz de carácter partidario ya que los mismos deben orientarse como política pública responsable.
Para que un gobierno exhiba la reducción de la pobreza como trofeo, lo primero que debe explicar es la política que implementó para alcanzar esa disminución y como logró compensar los efectos inflacionarios. El descenso de la pobreza debe estar acompañado de un mapa de pobreza para identificar a los lugares vulnerables donde se le mejoró a la población el empleo, los precios de los alimentos, los ingresos, el suministro de electricidad, los servicios de agua, electricidad, transporte, educación, salud, vivienda y los seguros de salud.
Para decir que hubo una mejoría de la pobreza monetaria la economía debe mostrar signos adecuados de crecimiento del PIB, expansión del empleo y una baja de los precios de consumo masivo.
Si nada de lo expuesto ocurre, entonces, los argumentos son muy débiles, difícil de digerir y una expresión imperdonable de la manipulación como si se tratara de recitar un trozo de poesía.