La pobreza mata

La pobreza mata

La pobreza mata

Recientemente los empresarios expresaron su asombro ante la opinión del gobernador del Banco Central de la necesidad de aumentar los salarios para prevenir delincuencia e inseguridad.

No hay por qué rasgarse las vestiduras. Es cierto, la pobreza mata, sobre todo a los mismos pobres que la padecen.

La pobreza mata de hambre. El 12% de los que pasan hambre en nuestro país son los pobres. El 5% de los desnutridos también son pobres.

La pobreza mata de enfermedades prevenibles. La mortalidad materno infantil afecta a los más pobres. Los que se mueren antes de cumplir los cinco años de infecciones respiratorias agudas, de diarrea y deshidratación son los niños y niñas de los pobres. Las mujeres que se mueren de parto son las más pobres.

La pobreza mata de enfermedades crónicas. La diabetes y la hipertensión afectan con más incidencia a los más pobres porque tienen menos probabilidad de una alimentación balanceada y tienen que hartarse de carbohidratos para poder mitigar sus carencias alimenticias.

El cáncer mata, sobre todo a los más pobres que, para costearse el tratamiento, tienen que volverse indigentes y hasta mendigar.

La pobreza mata de inseguridad, porque el que vive en un barrio tiene más probabilidades de ser víctima de la violencia entre bandas, de un atraco o de una bala perdida.

La pobreza mata por la vulnerabilidad del drama que rodea la pobreza. A un pobre lo mata más fácil un terremoto o un huracán porque no siempre tiene lugar para refugiarse.

La pobreza mata la esperanza. Pablo Freire recordaba el sufrimiento del oprimido. El que, además de vivir sumido en la exclusión social, también tiene que sufrir la discriminación, el desprecio y la victimización que los avergüenza y les baja la autoestima. En fin, la pobreza mata, por eso hay que declararle una guerra sin cuartel con las armas de la solidaridad y la justicia para los pobres, traducidas en bienestar y calidad de vida.

La justicia para los pobres es trabajo digno y salario justo para vivir con la igual dignidad humana que tenemos todos y todas: los ricos y los pobres también.



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