Siempre nos han dicho que debes enamorarte de la persona correcta. Que el amor consiste en eso, en encontrar a la persona adecuada para ti y de esa forma abres la puerta a la felicidad. Hace poco leí algo que me pareció maravilloso: el amor no se trata de eso, sino de convertirte tú en la persona correcta, en la persona con la que querrías pasar el resto de tu vida. Después, de manera natural llegarán las personas que te acompañen en este camino, pareja, amigos… Creo que es una gran reflexión.
Nos pasamos la vida buscando lo adecuado fuera de nosotros, depositando nuestra felicidad siempre en otros, incluso en cosas materiales y logros, cuando realmente debemos cultivarla dentro de nosotros mismos y convertirnos en esa persona con la que amamos estar, en una persona que nos gusta, nos cae bien, a veces nos irrita, pero sabemos perdonarla; otras veces hace alguna que otra locura, pero siempre sabe salir hacia delante.
Si logramos llegar a ese punto, podremos abrir la puerta a la felicidad, pero para compartirla, no sólo para recibirla. Depender siempre de algo o de alguien externo para alcanzarla, para sentirnos amados, incluso realizados, nos hace equivocarnos muchas veces, frustrarnos unas cuantas más pero, sobre todo, vivir subidos en unas expectativas que pocas veces se cumplen y, peor aún, esperando ese príncipe (o princesa) azul que sólo existe en los cuentos, y ni siquiera es tan maravilloso. Conviértete en la persona correcta, en esa con la que realmente quieres pasar el resto de tu vida y con la que irías al fin del mundo y regresarías.
No es algo sencillo, porque supone conocerte, equivocarte, perdonarte, volver a intentarlo, pero estoy segura que en ese proceso te darás cuenta de que el amor sale de dentro y, después, abre puertas y recibe.