La reciente renuncia de la Conferencia Episcopal de Chile, colocando todas sus posiciones como obispos a disposición de Francisco para que tome las decisiones más adecuadas frente a los encubrimientos de casos de pederastia en el clero de esa nación es por mucho el hecho más significativo de la lucha del Papa contra ese crimen en el clero católico romano. Una precisión de entrada es necesaria. No es el clero de la Iglesia el sector con más casos de pederastia, sino el laicado, las estadísticas lo confirman, pero usualmente cuando la prensa habla de Iglesia reduce su membresía al clero y los religiosos, cuando realmente somos miembros de la Iglesia todos los bautizados, pero para fines prácticos los obispos y el Obispo de Roma tienen mayor control, y por tanto responsabilidad, sobre el clero y los religiosos.
La pederastia es toda forma de acoso y violación sexual contra menores de edad por parte de un adulto. En buena ley no hay forma de justificar consentimiento por parte de un menor de edad en una relación sexual con un adulto, por tanto siempre que un adulto tenga alguna relación de carácter sexual con un menor de edad, está cometiendo un crimen, sin importar el contexto. Por deducción un matrimonio entre un menor de edad y un adulto no es posible y es una forma de legalizar la pederastia.
Se destacan mucho los casos de pederastia entre clérigos y pastores religiosos, de las diversas denominaciones, pero no son el grupo con mayor cantidad de casos. El acoso y violación sexual de menores de edad es mayoritariamente un fenómeno que acontece en el seno de los hogares. Padres, hermanos mayores, tíos, padrinos y vecinos son quienes encabezan la lista de pederastas. En segundo lugar los maestros y profesionales de la salud física y mental, y en tercer lugar los religiosos. Si nos atenemos a ese cuadro vemos que son espacios y personas que por su rol tienen acceso a niños y niñas por su función.
La prevención es importante. Todo espacio donde los niños y niñas sean vulnerables debe ser supervisado y los actores que tienen trato con ellos deben ser instruidos constantemente en las formas de conductas y relaciones que eviten toda forma de acoso y conduzcan a la violación. Y por supuesto las penas por esa modalidad de crimen deben ser ejemplares, tanto para quienes lo cometen, como quienes los encubren. Los encubrimientos abarcan a esposas o madres que ocultan las violaciones de sus parejas o familiares contra sus hijos, a los directores de escuelas y sindicatos que encubren a maestros, a directores de hospitales y asociaciones de profesionales de la salud, a Obispos y superiores que encubren a sacerdotes, pastores y religiosos, entre otros. La sanción penal contra los encubridores debe ser equivalente a los perpetradores si deseamos reducir ese crimen a su mínima expresión. Un ejemplo concreto, detrás de toda niña o adolescente embarazada debe existir un sometimiento penal contra quien la violó, sin importar que la joven lo someta.
El caso de los obispos chilenos tiene que ver con encubrimientos y que llegó a tal nivel que el mismo Papa fue engañado y puesto a defender un caso con fuertes evidencias de esa actividad criminal. Eso explica lo dramático del caso y alerta al resto de las Conferencias Episcopales a erradicar toda forma de encubrimiento y el sometimiento de todo miembro del clero involucrado en prácticas de pederastia. Los niños y jóvenes merecen estar seguros en su casa, su escuela, los lugares donde su salud es atendida, y las iglesias.
Contrario a ciertas opiniones ligeras, la pederastia no tiene nada que ver con el celibato, evidenciado porque en la mayor parte de los casos son hombres con prácticas sexuales regulares con mujeres adultas. Detrás de todo pederasta hay una malformación de sus personalidad que busca placer con niños y niñas bajo su cuidado. Todo profesional que tenga tareas donde niños y niñas estén bajo su cuidado debe ser evaluado psicológicamente para ver si tal aberración está presente en su psiquis y por supuesto debemos seguir trabajando con las familias para que en su seno no ocurran ese tipo de crímenes, al igual que luchamos contra la violencia contra la mujer.