A propósito de la violencia que nos consterna y nos asombra cada día, es oportuno reflexionar sobre la comunicación como un valor fundamental para una sana convivencia social.
La comunicación es la expresión más excelsa de la racionalidad. Somos seres dialógicos. La humanidad se manifiesta en la ética del diálogo como reconocimiento del otro.
Hablar es comunicar. La comunicación se da entre personas que poseen una condición esencial que es la igualdad que nos otorga la dignidad humana que tenemos por ser seres humanos y por ser hijos de Dios.
El reconocernos interlocutores válidos en igualdad y dignidad nos lleva a una comunicación respetuosa que requiere comprensión y respeto de las opiniones diferentes y la expresión de los puntos de vista sin imposición y utilizando el diálogo para encontrar lo que nos une, no lo que nos divide, y así llegar a acuerdos.
Recordando a Habermas, la era del lenguaje y la comunicación, nos invita a construir un mundo moral donde el diálogo sea la vía de su construcción a partir de una comunicación ética que incluya y eduque para la superación de cualquier diferencia sin tener que utilizar el recurso de la fuerza o hacer daño al otro.
La comunicación implica reconocer el derecho a expresarnos sin ser coaccionados o acosados por nuestras opiniones. La ética dialógica cuestiona las formas tradicionales de comunicación basadas en asimetría de poder donde sólo habla el jefe, los padres o los educadores que imparten órdenes o instrucciones, incluyendo a veces un lenguaje abusivo y denigrante.
Si queremos reducir la violencia hay que aprender la comunicación no violenta que, como señala Rosenberg, es esa comunicación empática y compasiva que hace aflorar lo mejor del ser humano y que está basada en la escucha, en la expresión de sentimiento y que es propositiva y sincera.
Esa comunicación positiva que edifica y engrandece es la que necesitamos en las familias, escuelas, empresas, iglesias, partidos políticos, sindicatos y en todos los ámbitos de decisiones que afecten la vida de las personas. Así empieza la construcción de la paz que todos anhelamos.