David Alvarez
El triunfo del presidente Juan Manuel Santos es una gran esperanza para que Colombia alcance la paz. Es un anhelo de todos los latinoamericanos y ciudadanos del mundo.
El cese del conflicto obliga a reconocer las consecuencias de la violencia. Nunca la violencia es aceptica, genera víctimas y reconoce victimarios. La paz se construye asumiendo la totalidad de las consecuencias y responsabilidades, ya que se trata de un hecho actual y no un acontencimiento desligado de la acción de la generación presente.
Toda víctima, sin importar si participó directamente en el conflicto o recibió su daño ajeno a la participación, merece ser reconocido y en la medida de lo posible compensado por el daño recibido. Y víctima es todo el que murió, fue herido, desplazado o económicamente dañado debido al conflicto.
No existen víctimas más destacadas que otras, ni siquiera la acción del Estado se legitima si dañó a otros.
Todo victimario, en la medida de las posibilidades reales, debe ser identificado, invitado a pedir perdón por el daño inflingido y purgar la pena que el orden legal le impone. Juicios justos y razonables son demandados en búsqueda de la paz.
Muchos conflictos fueron cerrados con impunidades que siguen gravitando sobre las sociedades que los padecieron, es una continuación de la violencia en el tiempo.
La paz en Colombia pasa por la justicia, pero también por la democracia, la educación y la equidad social. La paz se construye, no es la simple ausencia de violencia.
