La patología chovinista

La patología chovinista

La patología chovinista

David Álvarez Martín

Hay pensadores -especie rara en este tiempo de Twitter- que tienen todo el derecho de disparar una idea y matar a quien quiera con ella sin que se considere un asesinato racional, porque las víctimas usualmente son oligofrénicos. Se han ganado a fuerza de sesos y meditación ese derecho. Fernando Savater es uno de ellos.

Afirmó recientemente: “las identidades (son): pequeños narcisismos colectivos, de un irritable tremendo, que no se darían tanta importancia por lo circunstancial –soy homosexual, vegano, etc.– de ir por libre, pero como pertenecen a un colectivo parece que hay que hacerles una reverencia al pasar. Narcisismo hipertrófico, se llama.

Cuando uno no tiene ningún motivo de orgullo personal se agarra a una identidad colectiva y se amuralla en ella”. No es un problema local, si lo fuera no sería importante, es una enfermedad que se extiende semejante al COVID y que en algún momento demandará una cuarentena para que todos en el planeta reflexionen sobre semejante estupidez.

Del subjetivismo se pasa a la grey sin mediar pausa alguna. Basta encontrar otros que sustentan igual absurdo y ya se consideran parte de la verdad, de su verdad. Sin ir muy lejos, Trump sigue siendo popular, la guerra en Ucrania es sagrada, para rusos y norteamericanos, y en nuestro patio el problema más grave es la vecindad de Haití.

El Instituto Duartiano no tiene otro lema que volver al trujillato, misión semejante a la que han adquirido recientemente algunos miembros de la Academia Dominicana de la Historia y existe un grupo de paleros que se disfrazan a la usanza militar para atacar a todos los que piensan diferente a ellos.

El narcisismo hipertrofiado del que habla Savater ha pasado a ser el discurso monotemático del gobierno y los peledeistas -los morados y los verdes- sin olvidar la secta de la FNP. Por suerte muchos jóvenes siguen disfrutando del gagá y reclaman el cese del racismo, pero son sordos esos sectores para oír el clamor de muchos para que cese ese campaña.

El año pasado 25 mil dominicanos fueron detenidos en la frontera México-americana huyendo del “paraíso” que los vio nacer. Y sigue la emigración de jóvenes profesionales, con títulos universitarios de alto valor, que se cansaron de encontrar un nicho decente en esta patria. Existe por supuesto un grupo selecto de patriotas que han robado miles de millones de pesos a costa del erario, además de los que tienen bancas de apuestas y reciben dividendos del narcotráfico. Para ellos no hay lugar mejor para vivir que este paisaje.

Los problemas reales de esta sociedad son muchos y ninguno tiene que ver con Haití. Pensiones de hambre, servicios de salud caros y mediocres, un sistema educativo que fabrica pobres, una informalidad económica que debilita la posibilidad de que salgamos de ser un país de renta media, gran cantidad de militares y policías que viven de los sobornos, sea en la frontera o en los puntos de drogas de los barrios, y una deuda que crece cada día y amenaza con ahogar la viabilidad de esta sociedad.

El nacionalismo solo sirve para engañar a tontos y ponerlos mirar lejos de los problemas que se deben resolver. Inflama el ego, apela a sentimientos tribales y divide infamemente a la sociedad entre patriotas y traidores. Bosch en el 1943 afirmaba que el racismo inculcado por Trujillo hará más vil la sociedad dominicana y que ese mal para erradicarlo costará mucho esfuerzo si alguna vez logramos sacarlos del alma nacional. Cumplo mi labor de auscultar el alma de la sociedad donde vivo y el pronostico que no es nada halagüeño. ¡Ay Savater!