La paralización ante el miedo no ha permitido cambiar la historia

La paralización ante el miedo no ha permitido cambiar la historia

La paralización ante el miedo no ha permitido cambiar la historia

Porque: La historia deberá escribirse

Pero, con la verdad.

 

“Un pueblo sin alma es un

Esqueleto. Un alma sin

Pueblo, es un fantasma”.-

Por pura curiosidad, porque lo desconozco pero, ¿hay algún discurso pasivo, humilde y de exposición clara sobre lo que proponen nuestros políticos con relación a los problemas que supuestamente combatirán cuando lleguen a la silla de alfileres o se sienten en una de las butacas de los “honorables” representantes? Agradecería conocer otro discurso que no sea de trinchera, barrial, engañoso o altamente pomposo y lleno de “ejes” y “plataformas” de desarrollo que al final terminan en la nada, quedándose como lo que en realidad son, una bonita pieza  oratoria.

Antes le temían a los “guardias” y todo iba a parar en esa pared, donde los discursos eran una cosa enaltecedora de las masas para que lucharan por su libertad y progreso pero, a la hora de las decisiones, de poner los pies en los estribos y montar el caballo de las decisiones valientes para dirigir esa cosa amorfa que llaman pueblo, los líderes se han convertido en cobardes, temblorosos encerrados en ocultos cubiles, solo en espera de la aparición de un “guardia” que quisiera casarse con la imaginada y prostituida “gloria”. En nuestra historia, principalmente en la no escrita hasta ahora, pero si conocida por muchos, ha ocurrido en varias oportunidades, donde por miedo, el mismo que es parte esencial en el ser humano pero que no ha sido controlado para convertirlo en éxito, los ha paralizado, dejando que el pueblo continúe bajo reales o disfrazadas tiranías.

Unos, manifiestamente, han sufrido de un miedo neurótico ante un peligro inexistente, donde solo en su imaginación ha existido una real amenaza contra él o su posición, todo lo cual los ha llevado a su paralización y por ende, quizás, hasta llevar a cabo su máxima y hasta justa aspiración. Hemos tenido líderes que no han sido Presidentes, porque el miedo los ha paralizado justo en el momento cuando más necesitaban movilidad.

Entre ellos, uno que quizás poseía mayor fuerza política-militar que el mismo que le quitó el gobierno y no lo dejó sentarse en la famosa silla. En tanto otro, no pudo volver a serlo por iguales circunstancias y cosas curiosas, Maestro y Alumnos, fueron víctimas de la misma enfermedad producida por el miedo. Y por igual, otro no logro llegar hasta donde en realidad deseaba, acogotado por la inseguridad creada en su mente y que dejó de ser virtual para convertirse en una desgraciada realidad. Nuestra historia quizás fuera diferente, si cada uno de estos personajes, en su momento, hubiese dominado en unos ese miedo real y en otro, el miedo neurótico.

Después de esos acontecimientos, la debacle. Todo se ha ido paralizando poco a poquito sin que muchos lo hayan sentido, iniciándose un retroceso lento pero sin pausa de todos aquellos principios que otrora eran el faro que iluminaba nuestras vidas en camino hacia los puertos seguros, dominados por la moral, la ética y el sacrificio honroso, por vivir con dignidad. Érase una vez que la costumbre era la tranquilidad, el respeto mutuo y por las cosas ajenas; hasta los alimentos sanos y el continuo hacer para ser honesto y eficiente; para engrandecer los valores y hoy, todo ha cambiado, la costumbre dio un giro de 180 grados y así hemos estamos viviendo, sin percibir el caos que nos consume en todos los ámbitos.

Y me parece, al ver el comportamiento de nuestras autoridades civiles, militares y policiales, que continuaremos transitando el mismo camino hasta que la sangre y la hecatombe moral terminen por abrirnos los ojos y ver hacia nuestras viejas pero invaluables costumbres, no perfectas, pero sí dignas. En tanto, a muchos dominicanos les ha dado por creer que un hombre, predestinado o no, hará la diferencia o el milagro de la redención  moral, sin que estemos involucrados todos. Recordando a cada momento, que para cuidar y exista un bello jardín, hay que arrancar de vez en cuando la maleza de raíz. ¡Sí señor!



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