La pandemia de los antivalores

La pandemia de los antivalores

La pandemia de los antivalores

Edilí Arias.

Cuando estaba en tercer grado del bachillerato, Georgia, la directora del liceo del municipio de Los Cacaos, en San Cristóbal, y Sor Ada, una monja que nos daba clases de religión, estaban preocupadas por el «descarrilamiento» que observaban en los jóvenes de la comunidad.

Para abordar la situación, organizaron un retiro enfocado en los «valores y antivalores». Siendo sincera, lo que más me emocionaba de aquel evento era la oportunidad de tener un día sin clases, muchacha al fin.

Recuerdo que nos llevaron al salón parroquial. La alcaldía se encargó del refrigerio, y cada líder de las diferentes iglesias de la comunidad nos ofreció una charla.

Se hacía énfasis en las buenas costumbres y en cuidar lo que uno de ellos definió como “el jardín”: nuestro cerebro.

Pero, ¿cómo lo cuidamos? Juega un papel muy importante lo que comemos, lo que hacemos, cómo nos vestimos, el adecuado tiempo de ocio y, sobre todo, lo que consumimos en los medios de comunicación. Aquí es donde quiero detenerme.

Hoy en día, se han creado decenas de «programas de radio» y «plataformas digitales» con un contenido que, hace algunos años, ni siquiera habríamos imaginado. Y aunque pueda sonar como si estuviera hablando como una abuela, la realidad es que solo soy una ciudadana preocupada.

Ahora todo gira en torno a “meterle al bloque”.

Los modelos que niños y jóvenes siguen en las plataformas digitales y en los medios de comunicación para imitar su forma de hablar, vestir y comportarse son preocupantes.

Hace unos meses la psicóloga y terapeuta familiar Yesmin Meyer en una entrevista en El Día lo resumió muy bien: “Lo que estamos viendo es terrible”.

Canciones y contenidos publicados en redes sociales incitan a la violencia, promueven estereotipos de género, sexismo y machismo.

El acceso descontrolado a este tipo de mensajes puede influir significativamente en los roles que asumirán los jóvenes en el futuro.

Los programas de entretenimiento y farándula tienden a destacar escándalos y polémicas, poniendo en primer plano actitudes como el irrespeto y la deshonestidad, mientras que se minimizan o ignoran valores fundamentales como la solidaridad y el respeto.

Esta situación crea un ambiente donde lo sensacionalista y lo controversial resultan más atractivos que las buenas acciones o los mensajes edificantes.

El uso desmedido de las redes sociales por parte de algunos medios amplifica estas conductas negativas.

Las noticias falsas, las campañas de desinformación y la banalización de temas serios son solo algunas de las formas en que se perpetúan los antivalores.

Los medios ya no promueven el diálogo constructivo; solo buscan el beneficio económico rápido, priorizando contenidos que generan controversia para general vistas en YouTube.

En el largo plazo, esta tendencia tendrá un impacto muy negativo en la población, especialmente en los jóvenes, quienes son influenciados por lo que consumen en los medios.

Es una pena que, debido a la llamada «democratización de los medios», estemos observando este tipo de degradación.

Aunque este tema pueda generar debate, y algunos lo tilden de censura, debemos detenernos a reflexionar y actuar antes de que sea demasiado tarde.