La Palabra, fundamento de la Esperanza

El Salmo 119,114 que exclama “tu palabra es fuente de mi esperanza” expresa la grandeza del mensaje de Dios y su significado en nuestras vidas.
La Palabra inspirada es siempre signo de esperanza para el que la recibe. Los profetas confiaron en su misión por una palabra convertida en promesa que los hizo valiente para anunciar los designios de Dios.
Un ejemplo palabra esperanzada inspiró la vida del profeta Jeremías. El mensaje de Dios lo transformó. Pasó de ser un muchacho miedoso a un hombre valiente que anunció el mensaje recibido con convencimiento y sin importar las consecuencias.
En fragmentos bíblicos que narran la transformación de Jeremías vemos el poder esperanzador de la palabra de Yahveh: “La palabra del Señor vino a mí y me dijo: «Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido; antes de que nacieras, ya te había apartado; te había nombrado profeta para las naciones». Yo respondí: «¡Ah, mi Señor y Dios! ¡Soy muy joven y no sé hablar!».
Pero el Señor me dijo: «No digas: “Soy muy joven”, porque vas a ir adondequiera que yo te envíe y vas a decir todo lo que yo te ordene. No tengas temor delante de ellos que yo estoy contigo para librarte», (Jeremías 1, 1-9).
Otra relación entre la Palabra y la esperanza la vemos en María. El anuncio del ángel Gabriel pudo haberla llenado de terror ante la incertidumbre de ser madre soltera. Sin embargo confió en el mensaje recibido de parte de Dios y se llenó de una esperanza tan fuerte que fue su sostén durante su vida.
La frase: “Cúmplase en mi lo que has dicho” (Juan1,38) es la expresión del abandono total en la voluntad divina y en sus promesas. Aceptar la voluntad de Dios es la certeza de lo que vendrá en nuestras vidas es lo mejor conforme sus planes.
María también nos enseña a esperar en la Palabra. En las bodas de Caná de Galilea, cuando expresó a los sirvientes del novio: “Hagan lo que Él les diga” (Juan 2-5) nos invita también a nosotros a confiar plenamente en Jesús y poner nuestra esperanza porque Él nunca falla y su mensaje, su enseñanza está viva, ayer, hoy y siempre. Es una promesa que nos anima y nos sostiene.