A la pandemia de la Covid-19 hay que añadir otra que le va pareja. Es silenciosa y en ocasiones, mórbida y letal.
Se ha incrementado considerablemente debido a los llamados sucesivos a confinamientos, cuarentenas, estados de emergencia, toques de queda, necesarios para contener la propagación del virus, pero que obligan a las víctimas a permanecer mayor tiempo, en un mismo espacio, quedando riesgosamente expuestas frente a sus agresores. Se trata de la violencia de género.
Consciente, dada su vasta experiencia, de cómo la crisis sanitaria podía impactar los casos de malos tratos a la mujer en nuestro país, el Patronato de Ayuda a Casos de Mujeres Maltratadas (Pacam) propuso al Banco Popular Dominicano, en el marco de su alianza de colaboración de más de 15 años en RSE, desarrollar un programa de asistencia terapéutica virtual que pudiese servir de ventana o puerta de salida a mujeres de escasos recursos económicos de nuestra población, atrapadas, junto a sus hijos, en la triste condición de víctimas de violencia en medio del encerramiento y las condiciones de excepción dictados por la pandemia.
Esta entidad sin fines de lucro, que trabaja día a día, sin estridencias, pero con eficacia, un tema hasta cierto punto tabú en nuestra sociedad patriarcal y sus estamentos, ha logrado visibilizar, por medio de su labor terapéutica, estudios investigativos y programas de concienciación en actores sociales pertinentes, como el Ministerio Público, la Judicatura y la Policía Nacional, entre otros, un problema que concierne a la salud pública de la nación y que reclama la intervención de políticas de Estado comprometidas con la protección de las vidas de las mujeres víctimas de violencia y sus hijos, como también con la reeducación emocional y la penalización, cuando la circunstancia lo amerita, de la conducta machista agresora y maltratadora.
No es un trabajo simpático para una cultura machista, de oprobiosa dominación masculina. No obstante, es una labor encomiable y de un extraordinario valor para la protección emocional de la mujer y sus hijos, su autoestima y la garantía de sus derechos fundamentales y su pleno desarrollo como ser humano.
De la ejecución del programa de asistencia virtual en materia de violencia de género resultó el estudio “Impacto psicológico en las mujeres víctimas de violencia por sus parejas en la pandemia Covid-19”, que abarcó un total de 105 mujeres dominicanas, del país y de la diáspora, entre marzo y agosto últimos como primera fase.
Las cifras estadísticas son dramáticas. Solo 51 mujeres de las 63 de nuevo ingreso pudieron seguir el programa, con entrevista y evaluación; a las otras las parejas agresoras se lo impidieron tajantemente. Independientemente de su grado de escolarización e ingresos económicos, de las 58 mujeres que completaron las entrevistas, el 100% sufrió violencia psicológica, 74% física, 68% económico-patrimonial y 56% sexual. Solo el 28% denunció a su agresor.
El 45% padeció depresión severa y el 55% ansiedad grave. Un 40% fue a atención psiquiátrica, mientras que el 60% de las víctimas sufrió amenaza de muerte y el 36% se vio ante intentos de ser asesinadas.
Según una investigación de la Cepal, una mujer es asesinada cada dos horas en Latinoamérica, por el simple hecho de ser mujer, situación que se elevó al doble durante los primeros meses de pandemia.
La República Dominicana forma parte de la insufrible escala de los 25 países con más feminicidios en el mundo, con promedio de 4 asesinadas al año por cada 100 mil mujeres.
La ONU ha establecido que 243 millones de mujeres del mundo sufren violencia de género, entre los 15 y 49 años de edad.
¿Acaso no son estos datos ominosos de una aterradora pandemia silenciosa?