La deuda pública de nuestro país es uno de los temas más acuciantes en el actualidad y el cual es rehuido como el diablo a la cruz por los políticos.
La misma tiene su impacto más significativo desde hace unos 20 años cuando la filosofía económica del partido de gobierno y sus sucesores decidieron que se gastaría más de lo que ingresaba y aprendieron a emitir deuda principalmente en los mercados internacionales.
Esa deuda pública en moneda extranjera y pesos asciende al 31 de diciembre pasado a unos US$73.2 mil millones y está compuesta por la deuda del sector público no financiero (US$54.8 mil millones) y la diferencia por deuda del Banco Central. Si bien es cierto que la mayor proporción de la deuda del Gobierno central ha sido para la financiación de presupuestos deficitarios, la del Banco Central ha sido básicamente por su uso como instrumento de política monetaria.
Los saldos de esa deuda del Banco Central a lo largo de los últimos tres años, 2021, 2022 y 2023 alcanza la suma de US$12,893 millones, US$15,891 millones y US$17,228 millones.
Estas sumas representan el 13.6 %, 13.9 % y 14.6 % respectivamente del producto interno bruto (PIB). La misma ha venido creciendo en un promedio anual del 9 % en los últimos diez años, casi dos veces más rápido que el mismo PIB. De seguirse este ritmo, en 10 años dicha deuda podría alcanzar una suma hasta mayor que la del PIB.
Este saldo que comenzó su verdadero aumento con el repago (en muchos casos por encima de la ley) de los saldos pendientes con la liquidación del Baninter y sus afiliados.
Luego ha sido el bastión para la compra de divisas a privados y también para recoger liquidez de la economía. El tema de preocupación es que hasta la fecha no ha habido amortizaciones reales y significativas de la misma desde el erario como corresponde.
Algunos propugnan como solución cerrar este capítulo traspasando el saldo al sector público no financiero (Ministerio de Hacienda). Lo cierto es que esta otra deuda requiere atención y pronta solución. Ojalá algún político se atreva a proponer sus soluciones a esta deuda y no seguir enterrando la cabeza como avestruz frente al peligro.