¿Recuerdas cómo transcurrió tu más reciente día laboral? ¿Podrías identificar qué porciento del tiempo dedicaste a escribir y devolver correos electrónicos, hacer y responder llamadas telefónicas, a reunirte con otros, a dar seguimiento a tu asistente, colaboradores, clientes y supervisados? (Incluye el tiempo destinado a hacerse preguntas a ti mismo y reflexionar a través de ellas).
¿Cierto que es alta la fracción de tiempo dedicada a conversar? Y si sumas ése tiempo y el de tu jefe, el de tus homólogos y todos aquellos que realizan una función gerencial (no manual) y la comparas con las demás actividades, indudablemente te das cuenta de que la actividad principal que llevas a cabo en la empresa es la de conversar, independientemente de tu especialidad y expertise. De ahí que las organizaciones, hoy día, sean definidas como una red de conversaciones.
En la concepción clásica de los negocios, y en la vida misma, el lenguaje había sido relegado a un plano meramente pasivo y descriptivo, cuya finalidad consistía simplemente en servir de vehículo para expresar, compartir, exteriorizar y comunicar ideas y pareceres de nuestra conciencia.
Sin embargo, desde mediados del siglo pasado, al lenguaje se le atribuye dos características que replantean el poder del mismo y que, a la vez, son de suprema importancia para lograr resultados y crecimiento: el lenguaje es activo y generativo.
Esto significa que a través del lenguaje podemos crear nuevas posibilidades, futuros diferentes a los actuales, mundos distintos y nuevos compromisos. Por ello, el mundo en el que cada persona vive en el día de hoy, es la expresión de sus historias y conversaciones.
Vivamos un ejemplo de lo descrito anteriormente: imagina por un momento que el artículo que lees no estuviera siendo leído por ti en este momento. Que no se estuvieran generando esas conversaciones entre tus pensamientos y tus sentidos, ¿dejarían de existir las realidades que en este momento están sucediendo y fluyendo en tu conciencia (e inconsciencia) a medida que lees y reflexionas y que posiblemente, podrías materializar? Obviamente que si! Por ello con el lenguaje se construye, se generan acciones.
Las personas como tú y como yo somos seres eminentemente conversacionales, vivimos en el lenguaje, el lenguaje nos atraviesa.
Visto de otra manera, el lenguaje no solo está en nosotros, está entre nosotros.
Esta última parte es vital en la organización. El hecho de aclarar e importantizar la capacidad constructiva del lenguaje que existe entre un grupo de individuos que conforman la empresa, nos mueve a usar palabras y metáforas que definen, detallan, dan vida y significados propios y, muchas veces, únicos para el equipo.
El lenguaje, cada persona de manera individual lo conoce y lo entiende, mas en la empresa no puede contextualizarlo eficientemente sin la participación, aporte y entendimiento de los demás. Esto nos abre a cultivar otras oportunidades y posibilidades. Induce a la reeducación colectiva.
La calidad de las conversaciones será la calidad de lo que se logra y la efectividad que suceden en las iteraciones entre las personas, como, por ejemplo, podrían ser las reuniones de trabajo, seguimiento a proyectos, retroalimentación al equipo, entre otros.
Conocer realmente a una empresa implica conocer sus conversaciones del pasado y de la actualidad y, sobretodo, identificar las que están pendientes.
Una fortaleza importante y trascendente de la empresa tiene que ver con la facilidad que se tenga de poner en palabras las expectativas y retos.
Conversar (del latín con-versare, que significa, girar juntos) encierra no solo dar instrucciones ni comentar. Es traducir, a través de las palabras, estructuras superficiales que pretenden representar o expresar estructuras profundas no compartidas fácilmente por limitaciones propias de nuestro sistema nervioso.
De esta forma podemos incrementar el “darse cuenta”, las implicaciones y beneficios de lo que sucede o podría ser. Es mover a la acción en función de nuevos entendimientos y acuerdos.
En estos días vivimos en un tiempo donde las competencias del manejo del lenguaje está muy por encima de saber quién tiene o dónde está la razón.
*El autor es especialista en conversaciones organizacionales constructivas.