La normalidad de María

La normalidad de María

La normalidad de María

Ana Blanco

Es un día normal. De esos en los que la costumbre capitanea las decisiones. María no espera nada nuevo y esa sensación de que todo siempre es igual ya le cala los huesos.
Aceptación, se dice a sí misma, eso es la mejor forma de que no te pase nada malo, claro, tampoco nada bueno.

Mira a su alrededor y la velocidad que llevan otras personas le apabulla. No entiende cómo alguien puede vivir a ese ritmo. Escucha, observa y las palabras que más surgen son estrés, ansiedad, no llego, no puedo… Y sigue su camino. No quiere que su día deje de ser normal.

Llega hasta una esquina y ve a una chica llorando. No sabe qué hacer: si preguntarle algo o dejarlo pasar. Quizá mejor no meterse en la vida de los demás.

Al final se acerca y le pregunta: ‘¿estás bien?’ Ella levanta la cara y le dice: ‘Sí, gracias, es una tontería, pero muy amable por preguntar’. María le toca el brazo, la mira con ternura y le dice: “No dejes que nada ni nadie haga que tu día no sea normal.

Quítale el poder a los demás de que marquen lo que eres, haces y sientes”. Y una sonrisa se dibuja en la cara de esa desconocida y de su boca sale un simple gracias.
María sigue y se da cuenta de que al final no ha sido un día normal, y que ninguno lo es, lo que importa es que tomemos las decisiones por nosotros mismos, actuemos en base a lo que somos, queremos y sentimos.

Habrá días intensos, otros aburridos, algunos que ni recordaremos. Pero mientras sean dentro de la normalidad que queremos, serán bienvenidos.
Esa nueva normalidad de la que se habla debe salir de dentro, siempre, no de fuera.



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