La necesaria desconexión

La necesaria desconexión

La necesaria desconexión

Lady Reyes, directora de Encuentros Interactivos.

La realidad es que todos somos muy conscientes de la necesidad de desconectarse que tiene nuestro cuerpo y mente luego de mucho tiempo de “llevarlo al límite”.

Trabajamos, trabajamos y seguimos trabajando porque “hay almas que alimentar, cuentas que pagar y responsabilidades que cumplir” o, por lo menos, es de lo que nos convencemos cuando sentimos el cansancio que nos hace más lentos, el que nos convierte en campo minado -que explota a la menor provocación- o nos nubla la mente.

La mayoría de nosotros tenemos varios trabajos, múltiples tareas y seres queridos que atender, sí, porque a los que amamos de manera indiscriminada -familias y amigos- hay que dedicarles tiempo y energía, con el apellido “de calidad”.

Y este círculo de relaciones y deberes nos hace olvidar nuestros derechos o, por lo menos, los relega hasta que los perdemos de vista.

Sí, te hablo de esos derechos muy personales que nos permiten cargar energía y volver a reconectarnos con nuestra esencia, alegría, sueños y anhelos.

No soy ermitaña. Para nada. Pero, cada cierto tiempo, tengo una necesidad de alejarme de todo, de respirar un aire sin contaminación, de observar sin hablar, de sentir el silencio y de caminar sin rumbo, prisas ni agendas, maravillándome con los paisajes de la naturaleza.

Confieso que no lo puedo hacer tan seguido como quisiera, pero trato de aprovechar las oportunidades que se me presentan, por eso de que “son calvas y hay que agarrarlas por los pelos”. Muchos me preguntan, ¿cómo lo haces… cómo puedes con tantas cosas? Decir que tengo una única respuesta es mentir.

A parte de mi determinación y temperamento de volcán apagado, he aprendido a ponerme en el primer lugar de mi lista de prioridades. Soy malabarista, sí, pero con red. Tengo bien claro a donde quiero ir, con quién y cómo quiero llegar, pero sobre todo, sé pedir ayuda cuando las cosas y situaciones me sobrepasan.

Leo, escucho, observo y pienso… y luego, tomo decisiones. Las mías, no las que otros creen que me convienen. Prueba y error, asumiendo las consecuencias. Porque de eso se trata la vida. No es color de rosa todo el tiempo, pero hay momentos que son verdaderas epifanías. Es cuestión de decisión, dejando de lado las excusas.
Haz la prueba. Colócate en el primer lugar de tus prioridades, cambiando tu visión y misión.



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