Por el momento, no es algo que deba preocuparnos. Para que ocurra faltan aún unos 5.000 millones de años.
¿Pero qué pasará con la Tierra cuando se apague el Sol?
Nadie lo sabe a ciencia cierta, pero la destrucción de un sistema solar captada por primera vez por el telescopio espacial Kepler, de la NASA, nos permite hacernos una idea de cuál podría ser el destino de nuestro planeta en un futuro lejano.
Los investigadores a cargo de la misión descubrieron los restos de un mundo rocoso en vías de descomposición, girando en torno a una enana blanca (el núcleo ardiente que queda de una estrella cuando ésta ya consumió todo su combustible nuclear).
Esta estrella moribunda, del mismo tipo que nuestro Sol y bautizada WD1145+017, está en la constelación de Virgo, a 570 años luz de la Tierra.
Y, según el estudio publicado esta semana por la revista Nature, la disminución regular de la intensidad de su brillo -una caída del 40% que se repite cada 4,5 horas- indica que hay varios trozos de roca de un planeta en descomposición orbitando en espiral a su alrededor.
«Esto es algo que ningún ser humano ha visto antes», afirmó Andrew Vanderburg, investigador del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian y autor principal del estudio.
«Estamos viendo la destrucción de un sistema solar».
El planeta en cuestión, explica el científico, es más pequeño que la Tierra: habría tenido un tamaño similar a Ceres (el objeto más grande del cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter), aunque en el pasado podría haber sido aún mayor.
Una postal de lo que vendrá
Las imágenes de Kepler, corroboradas con observaciones y mediciones de otros telescopios en tierra, muestran un total de seis o más fragmentos rocosos y polvo.
Esto indica que el planeta está en proceso de descomposición, impulsado por la gravedad de la estrella que lo atrae hacia ella.
Los restos se están evaporando, y al hacerlo van dejando una cola de moléculas -lo cual explica la presencia de polvo- como si fuesen cometas.
Los científicos creen que la muerte de la estrella pudo haber desestabilizado la órbita de un planeta masivo vecino de modo tal, que los planetas rocosos más pequeños resultaron empujados hacia la estrella.
«Creemos que hemos descubierto el proceso en su inicio», dice Patrick Dufour, físico de la Universidad de Montreal, en Canadá, y coautor del estudio.
«Por eso es muy raro y muy interesante», añade.
La hora final
Cuando le toque el turno a nuestro Sol, que aún está en la plenitud de su vida, lo más probable es que repita este proceso.
Al igual que WD1145+017, cuando se le acabe el hidrógeno comenzará a quemar elementos más pesados como helio, carbono y oxígeno, y se expandirá de forma masiva hasta deshacerse de sus capas externas y convertirse en una enana blanca de un tamaño similar al núcleo de nuestro planeta.
Al hacerlo, consumirá probablemente a la Tierra, a Venus y a Mercurio. Y en el supuesto caso de que la Tierra sobreviva esta convulsión, acabará destruida en pedazos a medida que la gravedad de la enana blanca la vaya atrayendo hacia ella.
«Puede que estemos viendo cómo nuestro propio Sistema Solar se desintegre en el futuro», explica Vanderburg.
Afortunadamente, aún faltan millones de años para ello.