Compartí con Teo Veras apenas una vez. Fue en un encuentro al cual me invitó el maestro Juan Bolívar Díaz. Recuerdo que llegó junto a su esposa, sonriente y con su cara de niño bueno.
En el trato me doy cuenta que personalmente era como yo me lo imaginaba: afable, sencillo.
Todos parecieron alegrarse con su llegada, sin duda que el tipo tenía carisma. Saludó a cada uno de los presentes y luego pidió excusa porque estaría poco tiempo con nosotros, debido a un compromiso familiar.
Teo Veras era la decencia hecha persona, ante el micrófono y fuera de él, eso confirmé en el breve espacio que estuvo en aquel encuentro informal. Nunca pude decirle lo mucho que le admiraba.
Como dice el editorial de EL DÍA en su edición del pasado viernes 18, “ Teo Veras fue para la radio más que un locutor, más que un programador, más que un comercializador, más que un empresario. Respiraba y transpiraba radiodifusión”.
En un medio donde abunda la envidia, la falta de compañerismo y la incapacidad para reconocer el talento de los demás, él era un profesional de excepción.
Con él parecía haber un consenso: era todo un caballero, un gran profesional del micrófono.
Y no lo digo porque se haya ido, sino porque conozco un poco el medio y sé que hay muchos que dicen una cosa ante el micrófono, pero no sienten lo que sus palabras expresan.
“Tenía un sentido del humor fascinante, por eso decía que iba a morir en la radio, porque al irse de ella se sentaría en su casa solo a recibir achaques”, escribió Cristina Liriano en su crónica.
A sus 67 años mantenía el mismo espíritu, la misma actitud hacia el trabajo. Nadie diría que hacía unos años fue sometido a una operación de corazón abierto, que tenía cuatro “bypass”, y siete “stent” y una insuficiencia en una válvula mitral.
El “caballero de la radio” ejercía su profesión sin estridencia, con ética, modestia y decencia, pero con tal calidad que ni siquiera la competencia podía restarle méritos.
¡Cuán distinto a ciertos mercenarios y sicarios de moral! Esos que usan los medios de comunicación como instrumento para chantajear a funcionarios, políticos, artistas y empresarios.
Aquí hay comunicadores que sin tener la mitad del talento de Teo Veras, y ni hablar de su trayectoria de 50 años en los medios, han acumulado fortunas que compiten con los más encumbrados tutumpotes de este país.
Se han hecho ricos, sí, pero enlodando la profesión. Tirando al fango la moral. Vendiendo sus voces al mejor postor. Verdaderos prostitutos del micrófono. Y hablan con tal desenfado que pareciera como si la sociedad les debiera respeto, el mismo que no han sabido ganarse.
Por eso, al enterarme de la partida de Teo Veras, a quien apenas traté un rato, pero a quien conocí y admiré mucho tiempo, maldije a la muerte y me dije una vez más: ¡caramba, qué inoportuna e injusta eres! Por qué te llevas a este buen hombre y no nos ayuda a limpiar los medios llevándote a unos cuantos de los tantos malhechores que hay en la radio.
Definitivamente, la muerte también se equivoca.